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Ariana la vio llegar sin avisar. Siempre hacía igual. Jamás llamaba a la puerta. Entraba en su casa con absoluta seguridad. Podía ser su negocio, su compañía, pero aquel apartamento era su hogar privado y cualquier persona decente debería respetar eso.

—Hola —saludó, atravesando el pasillo y dejándose caer en la butaca—. ¿No tienes una copa por ahí?

Mudamente, Ariana buscó en el bar. Sirvió un whisky con soda y dos trozos de hielo y se lo entregó en la propia mano.

—Vengo a decirte que, desde mañana, pasarás al departamento de asesoría jurídica.

Ariana, que se hallaba de pie, se sentó de golpe.

Siempre esperó una cosa así. Supo qué les ocurrió a sus antecesoras. Tres meses, seis, todo lo más un año, y eran indiferentemente trasladadas de departamento. ¿Quién dijera mundo de Milwaukee que Camila Cabello era un ser sexual y caprichoso?

Nadie lo hubiese creído, ¿ella rondando en lo ilegal?, al mundo no le parecía posible. Los padres se la recomendaban a sus hijos como excelente futura pareja -Aunque varios sabían de las preferencias de Camila-. A sus hijas la mostraban como ejemplo, sus amigos como leyenda casi. ¿Solo por el poder y el dinero? Sin embargo, era la más refinada sinvergüenza de la creación.

No preguntó por qué.

Era de imaginar.

Otra...

¡Cualquier otra, que correría la misma suerte tres meses, seis, un año después!

¿Cuánto tiempo hacía que ella trabajaba de secretaria particular? Siete meses... Para entrar ella salió Hailee, que ahora prestaba sus servicios en la oficina de embarques. Y Camila la ignoraba totalmente. Como si jamás hubiera existido en su vida. Como a ella le ocurriría en adelante.

Se mordió los labios, humillada.

¿Humillada? ¿era realmente una humillación o una liberación?

Camila balanceó un pie y dio varias vueltas al vaso entre los dedos.

—El sueldo será espléndido. Estarás mejor en la sala jurídica.

—No sé nada de leyes.

—¿Qué importa eso? —Y, riendo de aquel modo en ella peculiar, sin enseñar los dientes ni mover los ojos— Ni siquiera saben los abogados... Nadie sabe nada importante, pero todos aparentan que saben. Aun así, tengo un gran equipo o estas industrias no existirían, aprenderás y se las arreglarán —se puso en pie, depositando el vaso sobre el tablero de la mesa—. Desde mañana, ¿vale? Ya ordené que llevaran todas tus cosas al apartamento indicado.

Así.

Sin más. Sin opiniones adicionales.

Como si ella no tuviera voz ni voto, y Camila Cabello, quisiera ella o no, pasó noches enteras en su apartamento privado.

—Cuando te conocí —se atrevió a decir—, yo tenía un novio.

Camila rio de nuevo. Pero esta vez enseñó un poco los dientes de lobezno hambriento.

—¿Quién te mandó dejarlo? Oh, ya sabes... Es conveniente que me desconozcas como amiga... íntimo. Por ti, naturalmente. Por mí —se alzó de hombros—, no importa mucho.

Además, era cruel y despiadada.

Era mujer que calaba. De alguna extraña manera, se le quería sin que una se lo propusiese. Tenía un no sé qué. Quizás su personalidad anuladora. Quizás aquella forma de mirar. Quizá la forma en que besaba, o tal vez sólo por ser como era, tenaz y despiadada. Algo debía andar mal en ella por ¿quererla?

Lo que solía ser (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora