13.

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—Lauren...

Y ahí la tenía, jadeando su nombre justo en su oído.

Su piel ardía bajo su tacto y lo odiaba y lo amaba al mismo tiempo, porque eso no podía estar bien. No podía querer a Camila Cabello. No era una buena persona, no si fue capaz de tratar a todas aquellas mujeres como lo había hecho, no por el sucio chantaje que le hacía a ella; no era una buena persona y por lo tanto no merecía su cariño, no era una buena persona, pero estaba cambiando, por ella, estaba cambiando, lo sabía, el problema es que Lauren no estaba dispuesta a quedarse y ayudarla a cambiar. Le haría un favor al mundo, pero el mundo no le había hecho ningún favor a ella...Al parecer ella tampoco era tan buena persona.

No podía querer a Camila porque ella misma no se lo iba a consentir.

Pero ahí en la oscuridad de su habitación, curvando la espalda sobre su colchón y sujetando con fuerza sus sábanas mientras liberaba su orgasmo, quería quedarse con la Camila apasionada que la hacía vibrar y recordar que estaba viva que no era ella la que había muerto.

Apenas terminó, la castaña sacó sus dedos de su húmedo interior y no le dio tregua, en seguida se acomodó entre sus piernas alineando sus centros y comenzó a restregarse. La fricción de sus sexos sensibles se intensificó con el vaivén de caderas que cada vez arremetía mas fuerte y más rápido. Nunca parecía ser suficiente para Camila.

—Camila...joder...Sí...—Difícilmente podía articular palabras.

—¿Sí qué? —Preguntó mientras la veía a los ojos.

Cuando sus miradas conectaron, supieron que todo había cambiado y se habían arruinado mutuamente.

—Sigue...—volvió a gemir—...más...—Es lo más que obtendría, se resistía a suplicar más que eso, se resistía a suplicar cualquier cosa fuera de esa cama. Echó la cabeza hacia atrás y Camila aprovechó para besar su cuello mientras las manos de Lauren ahora arañaban su espalda y presionaban su trasero.

Cuando sintió que estaban cerca, Camila continuó el sendero hacia abajo besando la piel blanca sobre la clavícula, pasando por el valle de los senos, se detuvo apenas unos instantes para torturar uno de los erectos pezones y continuar su camino en descenso. Besó y lamió su vientre, su ombligo hasta llegar al lugar que, sin palabras, suplicaba su atención.

Nunca se cansaría de probar su sabor, por eso sabía que estaba en problemas, Camila odiaba estarse volviendo adicta a esa mujer que jugaba con su paciencia, con su ego...con sus sentimientos. Y aunque sabía que se lo merecía por tratarla tan cruel, no le quedaba claro que es lo que tenía que hacer para que se quedara, no sabía si quería que se quedara o para qué.

Hizo presión sobre su punto de placer, lamió y chupó hábilmente como toda su basta experiencia le permitía presumir; ¿por qué ella sí podía jactarse de aquel largo camino recorrido y pensar en la experiencia de la pelinegra, en cambio, le escocía el alma?

Las manos de Lauren se enredaban con su melena y la guiaban en su acto. La sintió tensar el cuerpo de nuevo, sujetó sus muslos para que mantenerla en su lugar y continuó disfrutando de aquella humedad. Penetró con su lengua su entrada y unos segundos después estaba recibiendo todos los fluidos que el ápice de placer trajo en consecuencia.

Camila se incorporó para contemplarla, así, tendida en su cama, tratando de regular su respiración, sudada, excitada, satisfecha y vulnerable. Pensó en el diamante que aún cargaba ¿por qué lo compró? Pero estaba demasiado agotada para continuar torturando su mente.

Se recostó a su lado y la trajo cerca, una agotada Lauren no tenía ánimo de pelear ni de pensar, así que solo se dejó abrazar, recostó su cabeza sobre el pecho de la morena y cruzó su brazo sobre su cintura y Camila pronto las cubrió con las sábanas. Ya tendría tiempo para pensar al día siguiente porqué Camila había hecho eso, nunca la había abrazado, pero en el fondo sabía lo que estaba sucediéndoles.

Lo que solía ser (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora