[Envidia]

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Para la gente todavía era extraño que Tobias y Ocho fueran mejores amigos siendo tan opuestos. Mientras uno era extrovertido, relajado, colorido y estruendoso; el otro era introvertido, temperamental, apagado y silencioso.

La realidad es que, entre ellos, tampoco tenían idea de porqué se llevaban tan bien.

Todo eso deja de importar cuando empiezan a hacerse bromas entre si, desayunan en la cafetería o se ayudan mutuamente.

Sin embargo, había algo que Ocho le molestaba bastante respecto a Tobias. Y eso era su extraña manía de nalgear a sus amigos como despedida.

Si, el tampoco se salvaba, pero había aprendido a acostumbrarse sabiendo que era parte de la naturaleza traviesa de su amigo.

Y por muy irónico que suene, el único que no estaba destinado a las molestas nalgadas de Tobias, se sentía ofendido por no ser parte de su extraño ritual de despedida. Gumball Watterson.

Ocho conocía a Gumball, habían sido amigos por una semana hasta que éste mismo decidió cortar lazos con él. Por ello, sabía que cuando al peliazul se le cruzaba algo por la cabeza, no dejaba de insistir hasta cumplir su capricho.

Porque eso era lo que tenía Gumball, un raro capricho donde quería ser parte de las nalgadas amistosas de Tobias.

Al principio, a Ocho le dió igual, hasta en tiempos le era gracioso molestar a su amigo diciendo que tenía un nuevo fan.

Pero rápidamente dejó de ser divertido cuando Gumball empezó a aparecer en todos los lugares donde Tobias solía ir.

¿Estaban en los pasillos?

Gumball estaba ahí.

¿Estaban comiendo en la cafetería?

Gumball estaba ahí.

¿Estaban en las duchas?

Gumball estaba ahí.

Ocho todavía recuerda ese último, e incómodo, incidente.

Todos estaban desnudos, cubiertos con una simple toalla, y Gumball (el muy sinvergüenza), se hizo el tonto diciendo que había terminado de bañarse hasta que por "accidente" dejó caer una barra de jabón cerca de Tobias y el chico gato, disculpándose con una falsedad cínica, se agachó dejando ver su trasero redondo que se remarcaba con la toalla.

Ocho todavía podía recordar la cara roja de su amigo, hasta juraba que ese tonto afro colorido suyo se había puesto rojo también.

Por fortuna, apareció Darwin y arrastró a su hermano fuera de las duchas, mientras se disculpaba profundamente por él.

Ocho sintió un amargo sabor de boca al saber que Darwin, otro de sus pocos amigos, estaba siendo arrastrado por el penoso circo de Gumball.

Recuerda que, en el calor del momento, había agarrado la barra de jabón con intenciones de arrojarselo al chico gato, pero Tobias lo detuvo del hombro diciendo que tampoco era para exagerar.

— ¡Pero estoy harto de que te moleste!, ¡Déjame darle una lección!

— ¡Amigo, lo único que harás será meterte en problemas! Tu mismo me dijiste lo horrible que es estar en detención, no lo vale.

"No lo vale..."

Esas palabras siempre eran el freno que le daba Tobias para calmarlo.

Y por desgracia, siempre funcionaba.

Y por desgracia, siempre funcionaba

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[GumOcho One-shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora