[Sospecha]

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Gumball sabía que solía ser paranoico con muchas situaciones, pero jamás creyó que le tocaría sospechar sobre las acciones y comportamientos de su marido.

Ocho y él se habían casado hacía un par de años. Eran una pareja joven y estable (cosa que le gustaba presumir a sus excompañeros de la escuela). Por ello se le hacía extraño los cambios de su esposo.

Todavía recuerda que todo comenzó cuando Ocho aumentó la intensidad en su rutina de ejercicio. Gumball sabía que el pelinegro usaba el ejercicio no solo por salud, sinó también para canalizar sus (ya casi extintos) problemas de ira.

Pero no le había dado importancia. Es más, le gustaba verlo entrenar a escondidas, presumiendo sus músculos desnudos bajo la tensión de las pesas y su sudor cayendo seductoramente por tanto esfuerzo.

¿Y por qué lo hacía a escondidas? Porque la primera vez que se puso a espiar, fue echado rápidamente del cuarto de ejercicio.

La excusa tonta de Ocho fue que, si tenía a Gumball en frente, no podía concentrarse por su belleza.

La segunda cosa sospechosa era que Ocho comenzó a llegar hasta altas horas de la noche.

El pelinegro aclaró que, en la empresa donde trabajaba, estaba cubriendo horas extras y que no podía hacer nada para hacer cambiar de opinión a su jefe.

Esta vez Gumball notó algo fuera de lugar. Sabía sobre el trabajo de su esposo. Era programador en la empresa de videojuegos de su primo Sonic. Él mismo sabía que Ocho, al tener un familiar tan importante en la empresa, tendía a tener favoritismo entre los jefes.

Nuevamente, queriendo creer en las palabras de esposo, Gumball no dijo nada y lo alentó a seguir esforzándose.

Después de todo, la tercera curiosa cosa, terminó siendo el aumento de sueldo repentino de Ocho.

Esta vez, Gumball no podía recriminar nada ya que, apenas Ocho llegaba con su pago quincenal, le daba una cantidad bastante generosa y lo incentivaba a salir de compras con sus amigos o que saliera de la casa en general para divertirse. Casi como si buscara excusas para que dejara la casa.

Para no verse maleducado (y porque obviamente tampoco iba a desperdiciar ese dinero) Gumball obedecía y terminaba en el centro comercial, acompañado de sus hermanos (cuando estaban disponibles) o con amigos de su ex-escuela.

Pero la situación no hacía más que oscurecerse bajo los ojos de Gumball.

Un día, decidiendo llegar temprano para sorprender a su esposo, lo encontró en el baño de la casa, con un botiquín abierto y la nariz sangrando.

Obviamente terminó atendiendo las heridas aún con Ocho negando neciamente diciendo que estaba bien.

Según sus palabras, intentaron asaltarlo al salir de la oficina.

Esta vez, Gumball lo cuestionó. Su esposo tenía la suficiente fuerza como para mandar al hospital a cualquier asaltante sin recibir un rasguño. Él mismo fue testigo de eso cuando eran jóvenes y el chico se metía en peleas.

O aquel asaltante estaba en el mismo nivel de pelea que Ocho, o su marido le estaba mintiendo.

Cómo última señal de alerta, ocurrida un par de noches, Gumball notó que cuando su esposo llegó (nuevamente tarde, siendo las dos de la mañana) estaba durmiendo con ropa holgada. Algo extraño considerando que Ocho detestaba dormir con ropa.

Gumball quiso acurrucarse como siempre con Ocho, pero el contrario se alejaba acostándose de lado. Esto molesto al peliazul y trató de hablarlo. Pero cuando posó su mano en el ancho hombro de su marido, notó que al deslizar la camisa, había marcas rojas en su pecho.

[GumOcho One-shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora