[Cafetería]

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Todo comenzó porque Gumball quiso hacer trampa en el examen de química.

El chico gato había escrito en toda la longitud de su brazo las fórmulas que aparecerían en el examen y las había ocultado con su suéter.

El problema vino cuando comenzó a sudar por los nervios y la tinta se traspasó a la tela, haciendo ver las respuestas encima del suéter.

Por desgracia no tenía un plan de respaldo cuando Simian lo descubrió.

Gumball fue sentenciado a ayudar en la cafetería por una semana. La parte positiva en todo esto, es que Rocky no era alguien muy estricto y haría el labor más relajado.

Pero no quitaba que era tedioso tener que andar atendiendo a los alumnos tras la barra.

El felino todavía recuerda que, en su primer día, Suzie apareció y le pidió un plato hondo con puros chícharos. Y, en frente de él, la chica devoró los chícharos de manera grotesca y asquerosa, devolviéndole un plato babeado como si nada.

Gumball se aseguró de lavarse las manos cinco veces después de limpiar los trastes del día.

El segundo día no lo hizo mejor (es más, le hizo suplicar en silencio que la semana ya se acabara). Esa tarde en la cafetería, parecía que todo el mundo se había puesto de acuerdo para ponerse de indecisos al momento de tomar su orden.

Empezó con Banana Joe, luego Clayton, ¡Hasta Darwin se tomó su dulce tiempo para decidir si quería un jugo o una leche junto a su comida! Ya para cuándo se decidió, su plato estaba frío y lo devolvió apenado diciendo que solo quería el jugo.

Después de completar el día, Gumball solo quería golpear su cabeza contra la barra hasta desmayarse.

La mitad de la semana no parecía ser prometedora

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La mitad de la semana no parecía ser prometedora. Gumball tuvo que llegar temprano a la cafetería ya que Rocky le pidió ayuda para realizar las albóndigas del espagueti que estarían sirviendo en el día.

Jamás creyó que se hartaría del olor a carne.

Ahora el felino estaba nuevamente en la barra, recibiendo los pedidos de la comida, cobrando en la caja y sirviendo de manera casi robótica el espagueti que le pedían.

Pero el azote en la puerta de la cafetería lo hizo detenerse. Todo el mundo quedó en silencio cuando apareció Ocho con auras de tener un humor pésimo.

El pelinegro llevaba notables moretones en los brazos y cara, su cabello andaba despeinado y, presumiblemente, tenía sangre en sus nudillos.

Gumball rogó porque no se acercara, pero sucedió todo lo contrario. Sin decir nada, Ocho limpió la larga fila de alumnos que esperaban su comida y caminó directo al mostrador.

— Hola... ¿Qué... Qué se te...? – Gumball ahogó un pequeño grito cuando Ocho golpeó con una palmada la barra para mostrar su tarjeta de la cafetería.

[GumOcho One-shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora