Los seres humanos somos muy benévolos cuando se trata del amor, el apego hacia una persona en especial nos hace ver la vida a colores que no conocíamos. Nos volvemos un poco más pacientes, más apacibles, pacíficos y templados. Cómo si todo nuestro al rededor pudiera esperar mientras estemos con ese alguien, o si quiera hablando con dicha persona, pero, ¿que sucede cuando piensas o te das cuenta de que, con cada día qué pasa los brillantes tonos se van tornando grises, cuando notas que la responsabilidad afectiva no es la misma por parte de la otra persona, cuando llega la noche y en vez de sonreír solo quieres apagar tu mente y que todo acabe, cuando luchas y luchas por mantenerte a flote mientras la persona que se supone ha de socorrerte solo observa cómo te desmoronas. Y aún así, con todo lo que está de por medio decidimos forcejar con la vida, batallar para que todo mejore, intentar buscar esa gota de felicidad en medio de un mar de lagrimas y decepciones. Todo porque nuestro estólido intelecto es ambiguo y quiere conjeturar que ya le pertenecemos a esa persona, deducir que solo debemos amar y someternos ante alguien de dicha manera una vez en la vida. Es tan insufrible y atravesado como ha de manejarse la nuestra mente cuando del querer se trata, incluso si intentamos dar cada parte de nuestro ser en hacer sentir bien a alguien más, jamás es suficiente.
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𝙼𝚢 𝚋𝚛𝚊𝚒𝚗 𝚊𝚗𝚍 𝙸
PoetryNeil Smith dijo una vez "El control de las armas es el control mental" pero, ¿acaso es posible poder controlar nuestra mente? La mente humana es un laberinto sin final, un tablero de ajedrez en representación de la vida y nosotros somos los peones...