Algo Bueno

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Las hojas de los árboles se movían suavemente con la brisa cálida de aquel día, las que tenía una tonalidad anaranjada eran desprendidas fácilmente para iniciar una danza con la brisa otoñal, apenas estaba iniciando la temporada de koyo.

Estar recostado en el pasto bajo los aún frondosos árboles era ser testigo de aquella puesta en escena, una danza que fácilmente podría tener de fondo musical “L'autunno” de Antonio Vivaldi entonada por los grillos que dejaban atrás a las escandalosas chicharras, alegre empezaban a aparecer borregos en el cielo, era un lugar dispuesto a la paz, a la meditación, a la introspección.

Rin miraba las hojas caer, ellas eran libres de danzar, como envidiaba ser ellas o aquellas nubes, sin que nada les afectara, sin preocupaciones. Suspiró, recordaba cuando era una pequeña niña y pasaba todo el día recogiendo flores, descalza, dando giros y brincos como animalito salvaje, Ryokuto siempre estaba a su lado, ella jugando y él observándola con una sonrisa. Al atardecer él la llevaba en hombros o cargada en su espalda más dormida que despierta, agotada de un día feliz, recordaba que siempre le hacía una pregunta a Ryokuto al volver.

“¿Eres felíz?”

“Lo soy”—respondía él con una sonrisa.

“Yo también, soy felíz”—entonces caía en un profundo sueño.

Volvió a suspirar ¿Ella era feliz? Desde la muerte de su madre su vida había cambiado drásticamente, sus días de juegos pasaron a jornadas de entrenamiento a escondidas de su padre, ya no danzaba ante la mirada alegre de Ryokuto sino que él le enseñaba a defenderse, a disparar, a ser agresiva, a no ser una presa y a poder defenderse sola. Al morir su padre esos recuerdos parecían los de alguien más, que lejos estaba de ser la Rin de aquella época. Los juegos habían pasado a ser tan sangrientos que si hicieran una película de ellos sería censurada en cualquier rincón del mundo, después de todo asesinar y descuartizar a otros no era algo para ver en una pantalla. Aún así había aprendido a sentir placer de eso, al ver lo que hacía como una profesión, la mafia era una empresa que ella sabía manejar muy bien.

Cerró los ojos dejándose acariciar por aquella brisa, era cálida pero se notaba el cambio de estación, hace unas pocas semanas el calor era insoportable, ahora era cálida pero aún así más refrescante, provocaba dormir allí ¿Que mal le hacía a alguien si dormía un poco y soñaba con borregos saltarines, con flores, con grillos tocando una orquesta.

Sintió algo sedoso caer en su rostro, eran decenas de caricias que recibía haciéndole cosquillas en la punta de la nariz, abrió los ojos y vió a Ryokuto sonreírle de forma burlona, luego aquello que él había arrojado sobre ella, eran pétalos de colores, esto la hizo sonreír mientras sus mejillas se coloreaban.

—¿Dormiste bien?—su sonrisa parecía más radiante que aquel ¿Atardecer?

—Me he quedado dormida—se sentó con las mejillas aún más sonrojadas por la vergüenza, él se sentó a su lado y haló ligeramente de la punta de la oreja derecha de ella de forma juguetona.

—Te has colorado toda, hace mucho no te veía tan colorada, incluso más que cuando mencionó nuestro compromiso o te beso—ella lo miró liberándose de su agarre.

—¿Cuánto he dormido?

—¿Acaso eso es importante? He ordenado que nadie te moleste y he permanecido aquí velando tu descanso, las flores que te traía me han servido de distracción, además ha Sido divertido despertarte así—dijo él tranquilamente, ella miró los pétalos que estaban a su alrededor y en su regazo,debieron ser hermosas.

—Estaba esperando información…

—Eso puede esperar, he notado lo estresada que has estado, comprendo que perder a tu mejor amigo es algo difícil, luego el compromiso, lo de Naraku, lo del oeste, necesitas descansar un poco, se que no lo haces bien—ella apoya su cabeza en el brazo de él, Ryokuto la rodea y la atrae más colocando su mano en su brazo izquierdo.

Morir No DueleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora