Tres Mujeres

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Yako entró a su habitación, la mirada triste de Rin aún estaba en su mente ¿Ryokuto le había hecho algo? Era imposible, ella era fuerte, no permitiría que nadie la lastimara ¿A qué se debía su tristeza? Camino a la ventana y miró por ella, desde allí no lograba verla, como deseó tomarla en brazos y consolar sus pesares cuáles quieras que fueran.

Al percatarse de sus pensamientos apretó el puño con rabia, nuevamente se dejaba perder en sentimientos Infructuosos por aquella mujer que solo merecía su desprecio, ya quisiera verla a solas y acabar con aquello de una vez.

En eso los Rottweilers se pusieron alertar y fueron a la puerta esperando animosos que fuera abierta, eso solo quería decir una cosa… Rin.

El toque en la puerta no se hizo esperar y ambos perros se agitaron más en su lugar. Sesshomaru caminó a la puerta y abrió, en efecto era ella, Rin, su mirada era esquiva, fué a decir algo pero los perros volvieron a saltar a ella derribando nuevamente su pequeño ser. Verla reír abrazando a Ah y Un hacía que casi olvidara quién era ella en realidad.

—No han pasado ni 5 minutos—dijo extendiendo su mano para ayudarla a poner de pie.

—Lo se, solo que…—no tenía escusas, solo se dirigió a la mansión y ya adentro sus pies caminaron por si solos, al estar frente a su puerta su mano tocó sin oponer resistencia, toda ella quería estar allí y no tenía una escusa para justificar tal hecho—no quiero perder tiempo.

—Cuando llegué me prohibieron verte.

—Necesitaba un descanso—entró sin esperar la invitación y fué hasta la cama donde se sentó.

—Te veo agotada.

—Puede que lo esté, todo esto de las familias del sur y del oeste a la vez cansan, la idea de que existan es facilitar las cosas, no complicarlas.

—Ya tienes casi solucionado lo del oeste.

—Cierto, solo falta llevarlo acabo.

—Y después de lo del sur no tendrás que preocuparte por nada.

—Sobre todo si muero—aquel comentario fué soltado a la ligera, la muerte no era algo a lo que le temiera pero causó en Sesshomaru un fuerte dolor.

—Naraku no te asesinará.

—Tal vez no él, tal vez sea otro, uno nunca conoce a los servidores de verdad, cualquiera podría asesinarme por la espalda, hasta tú Yako.

—Eso nunca—dijo con tal firmeza que ella se ruborizó—te dí mi palabra.

—La palabra de un criminal—ante esto Sesshomaru la mira molesto, él no era un criminal, fué hasta ella y de un jalón la puso de pie, su mirada sorprendida era tan dulce que no pudo evitar besarla, ella correspondió pasando sus manos por sus hombros, él la hizo retroceder y recostarse en la cama quedando él sobre su delicado cuerpo.

Sus cuerpos se atraían como polos opuestos, sus caricias desprendían corrientes eléctricas, estando juntos era como crear un campo invisible que repelía todo lo que estuviera fuera de su mundo, nada los podía tocar, nada los podía dañar, nada más existía que ellos dos.

Sesshomaru acarició su pierna derecha y la apartó para sentirla más, hacía presión en su intimidad haciéndola gemir solo por la fricción de sus cuerpos, quería que ella fuera quien lo pidiera, detestaba la idea de ser “el otro” pero más detestaba el hecho de no hacerla suya una vez más.

Rin fué a desabotonar la camisa de él pero Sesshomaru la detuvo apartándose de sus labios.

—Si lo quieres pídelo—dijo con aquella voz seductora.

Morir No DueleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora