Lealtades

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La reina inspeccionaba aquel campo de cadáveres, salpicando al pisar ríos de sangre, estaba satisfecha del resultado pero no sentía gusto, no placer, antes hubiera saltado cada charco intentando contar cuerpos, reído hasta que le doliera la barriga y usado la sangre para dibujar, pero esta vez solo quería largarse de allí, incluso vomitar ante el dantesco escenario.

Dantesco.

Le parecía dantesco.

¿Cómo era aquello posible cuando era algo tan familiar? Algo que disfrutó por años.

—Mi reina—le habló Ryokuto, sabía que algo no estaba bien—está por amanecer y no dudes en que llegará la policía ante tal cacería.

—No temo a la policía.

—No tenemos suficientes municiones como para iniciar un contrataque—Rin lo mira y luego a Bankotsu.

—Creo que deberás cambiar de casa.

—Igual no me gustaba este lugar—dice el moreno con una sonrisa—creo incluso saber cuál será mi nuevo hogar.

—Perfecto, vamos a casa a descansar, luego los convocaré para el balance y las estrategias a seguir junto a la nueva familia del oeste—la mayoría se dispersa.

—Mi reina—se le acerca Naraku quien traía una especie de piel de mandril sobre los hombros y su espalda con su respectiva máscara—mi querido hermano Goshinki ha caído.

—Lamentable perdida—dijo de forma seca.

—Tal vez no fue tan bueno en la cacería u otro fue mejor y lo volvió una presa.

—Razonable.

—Naraku, mi reina debe descansar, aún cuando no parezca necesitarlo—dice Ryokuto con porte autoritario haciendo que el pelinegro de un paso atrás.

—Solo quería notificar que hemos localizado la cabeza de mi hermano envuelta en un saco—uno de sus hermanos de cabello violeta se acercó con un saco ensangrentado.

—No me dices nada que no sepa Naraku–dijo Rin y Naraku frunció el ceño a sabiendas de que no lo podían ver a la cara—Yo se quien asesinó a tu hermano y se xq.

—Entonces entrégamelo y cobraré su vida.

—Goshinki me ofendió, se metió contra mí, por eso ordené su muerte, ya hablaría luego sobre eso contigo en privado Naraku, no quisiera creer que fué una orden tuya.

—¿Se atrevió a ofenderte?—mira a Kagura a su lado quien asintió ligeramente, luego al otro lado donde estaba La Grulla quien se encogió de hombros al no saber la respuesta de aquella silente pregunta—entonces debiste notificarlo y yo cobrar su vida, no permito que ni siquiera mis hermanos te ofendan.

—Gracias por tu oferta, lo tomaré en cuenta si vuelve a suceder.

—Vamos a palacio—Ryokuto guía a la reina al auto—¿Te ofendió?—Preguntó por lo bajo.

—Cada uno de los Hitomi me han ofendido si piensan que pueden contra mí, vi la oportunidad y la tomé, pudo ser Goshinki, Kagura o el mismísimo Naraku quien perdiera la cabeza está noche.

—¿Xq Yako?—habia reconocido el sacó al igual que Naraku.

—Me traía arta su actitud condescendiente, quise asustarlo un poco con una mirada de frente a la cacería pero resultó realmente bueno en esto ¿Lo haz visto en acción? Tengo suerte de que me sea fiel a mí y no a su primo o a Naraku.

—¿Estas segura que no es una trampa?

—Descuida, estoy bien—sube al auto.

—Rin—se sienta a su lado—no te veo bien, estás algo pálida—acaricia su mejilla.

Morir No DueleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora