Aunque Me Queme [AonuNete] {EN CORRECCIÓN}

XXI. Cascada

⚠Advertencia: Este capítulo incluye contenido no apto para menores de 18 años⚠️

Neteyam se despertó, acurrucado por los brazos de Ao'nung. Por la luz anaranjada que se colaba por la entrada del marui, y la fresca brisa que le recorría la cara, pudo suponer que estaba apenas amaneciendo. Se removió un poco, para rascarse un ojo y espabilar. El metkayina acarició el cuello de su compañero con la nariz, mientras también despertaba de a poco. Apretó los brazos alrededor de la cintura del omaticaya, y soltó un resoplido de satisfacción.

- ¿Qué tal dormiste? - preguntó Ao'nung, frotando levemente sus piernas, que estaban entrelazadas con las del otro.

- Excelente, la verdad. - respondió el aludido, buscando la mirada de su compañero por sobre su hombro.

El hijo del Olo'Eyktan le regaló una sonrisa, y pasó el cabello de su amado entre los dedos de una de sus manos.

- No recuerdo cuándo fue la última vez que dormí tan bien. Quizás podríamos hacerlo más seguido. - continuó Neteyam, ahora tratando de no mirar directamente a su pareja.

- Para mí, eso sería una maravilla. Así nos damos calor el uno al otro. - respondió Ao'nung, apretando la cintura y luego el trasero de su pareja juguetonamente.

- ¿No íbamos a ir a la cascada? - se rió el na'vi del bosque, apartándose de su compañero para mirarlo mejor.

- ¿No has visto el cielo? Está lloviendo. Podríamos quedarnos aquí todo el día, juntos... Quizás más cerca... - le insinuó el metkayina, volviendo a apegarse a él por su espalda.

Siendo el sexo un terreno relativamente desconocido para ambos hasta hace unas semanas, querían experimentar de todo, una y otra vez. No parecían agotarse, ni después de la primera ronda, ni en la segunda, o la tercera. Neteyam se tentó por un instante ante la propuesta de su compañero, y dejó que este lo tocara entre las piernas, con una mano que estaba tibia en comparación con lo caliente que estaba el lugar que acariciaba.

Cerró los ojos por un instante y dejó escapar una exhalación de aire tibio, entregándose a los insistentes movimientos de su pareja, pero rápidamente volvió en sí y sujetó el antebrazo de Ao'nung con una de sus manos.

- No, no podemos hacer eso. Eso sí que lo notarían.

El na'vi del mar subió la mano hasta reposarla en la cintura del otro, y volvió a buscar su mirada.

- ¿De veras quieres ir a la cascada? ¿Así como está el día?

- Tengo que limpiarme, o de veras no voy a poder mirar a nadie a la cara.

Riéndose entre dientes, el metkayina accedió a la petición del otro, y después de haberse levantado y ordenado un poco el marui, se encaminaron hacia el interior de la isla. Mientras conversaban acerca de sus técnicas de cacería y nado, se acercaron a una masa de agua reducida, que estaba casi en medio de toda la vegetación que poblaba el corazón de Awa'Atlu. Sobre ella caía una cascada de abundante corriente, que se perdía al deshacerse cuando caía con el resto del agua.

- Ésta es. - dijo Ao'nung, que se paró al lado izquierdo de su compañero para mirar un rato el paisaje. - Bueno, desvístete.

El omaticaya lo miró con sorpresa, al tiempo que echaba las orejas levemente hacia atrás.

- Qué, ¿esperabas poder limpiarte con la ropa puesta?

Neteyam ladeó un poco la cabeza, haciendo un gesto de resignación mientras se mojaba los labios con la lengua, y se sacaba la ropa con agilidad. Pasaron un par de segundos cuando ya estaba completamente desnudo, y sin pensárselo dos veces se zambulló en el agua inquieta, que no era ni caliente, pero tampoco muy fría.