Three

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JunMyeon siguió mirándolo todo como maravillado y SeHun pensó en lo distinto que había sido su reacción del que había tenido el primer novio al que había llevado a ver su casa. De eso habían pasado diez años. SeHun había llevado a un compañero de la universidad a pasar las vacaciones de agosto y aquel había sido el principio del fin de su relación.

En cuando el chico había visto dónde estaba el rancho y toda la nieve que había, le había faltado tiempo para volver a Gangnam. No le habían gustado la belleza de las montañas ni el olor de los pinos que rodeaban el valle, y aunque la casa contaba con todo tipo de comodidades, no había entendido que alguien quisiese vivir en algo tan primitivo como una casa de madera. Ni siquiera había disfrutado de las estrellas por la noche. Solo se había quejado de lo oscura que era la noche y le había preguntado a SeHun si su padre no se había planteado vender las tierras a un promotor urbanístico. SeHun había decidido darle el beneficio de la duda, hasta que había empezado a darse cuenta de sus mentiras y de su ambición.

–¿Cuántas personas viven en el Oh-Farm? –preguntó JunMyeon.

SeHun arrancó el motor y empezó a conducir por la carretera cubierta de nieve.

–Contando con nosotros y Yunho, somos diez los que vivimos en el rancho todo el año, aunque durante los meses de verano suelo contratar entre cinco y diez hombres más.

–Pensé que harían falta más personas para ocuparse de un sitio así. –comentó JunMyeon asombrado.

–Al contrario de lo que piensa la gente, no lo hacemos todo subidos a un caballo.

–¿No? –cuestiono JunMyeon.

JunMyeon parecía casi decepcionado, y aquello confirmó las sospechas de SeHun sobre que JunMyeon no sabía nada de cómo funcionaba un rancho moderno. No obstante, no iba a darle más vueltas al tema. Al fin y al cabo, ya estaban casados, así que lo mejor sería darle una oportunidad. Además, SeHun quería ver cuánto tiempo tardaba JunMyeon en reconocer que no tenía ni idea de cómo era la vida rural.

Habría tenido de qué preocuparse de no haber firmado un acuerdo prenupcial, pero este era su seguro. Lo protegía y le daba un mes para averiguar por qué había respondido JunMyeon a su anuncio si no cumplía con los requisitos, y también por qué SeHun no se sentía capaz de preguntarle al respecto.

–Utilizamos picops y todoterrenos para hacer muchas cosas que antes se hacían a caballo. –le explicó SeHun, fijándose en que JunMyeon le prestaba mucha atención–, pero montamos a caballo para mover al ganado de un pasto a otro en verano, ya que lo llevamos a zonas a las que no se puede acceder en coche.

–¿Ganado? –preguntó JunMyeon intrigado–. ¿Cuántas vacas tienes?

SeHun rio a carcajadas.

–Tengo cuatro rebaños, dos de Hereford y dos de Black Angus. Y también tengo caballos.

JunMyeon se ruborizó, como si se hubiese dado cuenta de que había metido la pata.

SeHun detuvo el coche al lado de la casa y salió para abrirle la puerta. Le puso las manos en la cintura y lo ayudó a bajar. No tenía ni idea de por qué lo hacía, salvo porque le gustaba tener a JunMyeon entre sus brazos.

Cuando lo dejó en el suelo, JunMyeon siguió agarrándolo de los bíceps y mirándolo. Y SeHun tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no darle otro beso.

–¿Por qué no entras al calor de la casa mientras yo saco el equipaje y lo entro en casa? –le preguntó SeHun por fin.

JunMyeon siguió mirándolo y después asintió y empezó a subir las escaleras.

BROKEBACK MOUNTAINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora