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Una hora después, JunMyeon se había bebido el té había dejado de temblar, y la temperatura le había vuelto a la normalidad.

–¿Cómo te encuentras, conejito? –le preguntó SeHun, tomándole el pulso, que era fuerte.

JunMyeon se quitó el gorro de lana de la cabeza.

–Estoy empezando a sentir calor y tengo ganas de dormir la siesta. –respondió JunMyeon bostezando.

–Muy bien. –respondió SeHun, sentándose en el borde de la cama y tomando su ropa–. La temperatura es normal y estás cansado porque tu cuerpo ha utilizado mucha energía para intentar mantenerse caliente.

–Antes no querías que me durmiese. –comentó JunMyeon–. ¿Estás seguro de que ya puedo hacerlo?

SeHun asintió y se levantó para abrocharse los pantalones vaqueros.

–Descansa conejito. –ordeno SeHun –. Voy a bajar a hablar con Yunho y te prometo que estaré aquí cuando despiertes.

Se puso la camisa y se inclinó a darle un beso. JunMyeon tenía los ojos cerrados con fuerza y las mejillas sonrosadas.

–¿Te pasa algo? –cuestiono SeHun al verlo sonrojado.

–No. –mintió JunMyeon con pena.

–Entonces, ¿por qué aprietas así los ojos y estás colorado? – le preguntó SeHun, a pesar de tener la sensación de conocer la respuesta.

JunMyeon se ruborizó todavía más.

–No me había dado cuenta de que estaba en brazos de un hombre desnudo. –comento JunMyeon rápidamente.

–Ya puedes abrir los ojos, estoy vestido. –le dijo SeHun sonriendo–. Y, solo para que lo sepas, la próxima vez que estés conmigo en esta cama, yo no seré el único que esté desnudo.

JunMyeon abrió mucho los ojos, pero no dijo nada, se había quedado sin habla.

SeHun le dio otro beso rápido y se obligó a salir de allí antes de que cambiase de opinión, se volviese a quitar la ropa y se metiese en la cama. JunMyeon necesitaba descansar y él tenía que aguantar el sermón de Yunho.

A la mañana siguiente, JunMyeon se despertó de día por primera vez desde que había llegado al rancho. Miró el reloj que había en la mesita de noche y apartó las mantas para salir de la cama. Eran poco más de las ocho y tenía que haber alimentado a las terneras hacía varias horas.

Se dio una ducha, se vistió y pensó en lo ocurrido el día anterior, que podía haber terminado en desastre. Había sido culpa suya. Si no hubiese intentado fingir que sabía montar a caballo, jamás se habría caído en el hielo. Por suerte, SeHun había sabido qué hacer y lo había hecho sin dudarlo. Sintió calor en las mejillas al pensar que SeHun lo había visto desnudo. Y JunMyeon también lo había visto desnudo, al salir de la cama.

JunMyeon sintió un cosquilleo en el estómago al recordar su espalda ancha y sus fuertes hombros. Su trasero redondeado y sus musculosas piernas, que bien podían haber pertenecido al David de Miguel Ángel.

Sacudió la cabeza mientras se apresuraba a bajar las escaleras. Si aquella era su reacción al verlo de espaldas, ¿cómo se sentiría...?

–Ni lo pienses. –se dijo a sí mismo en voz alta.

Al entrar en la cocina, JunMyeon vio a Yunho sentado a la mesa, tomándose un café y mirando un catálogo de semillas.

–Buenos días, chico. –lo saludó, levantando la vista–. ¿Qué te apetece desayunar?

BROKEBACK MOUNTAINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora