Prefacio

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Miércoles 4/6/2013.

Rubí Al'Capone.

Me encuentro en el borde del infierno.

Siento como si las llamas del fuego infernal me quemaran, el recuerdo de las risas de los demonios amarga mis oídos y a la vez provocan mis lágrimas.

El silencio en el abismo de igual manera es reconfortante, me hace sentir segura el saber que mi verdugo se ha ido y mi tortura ya pronto terminará, por su mano o por la mía.

Estoy tirada en el frío suelo de una ratonera, con hambre, sed, empapada en sudor y de moretones. Mis ojos amenazan con cerrarse, mi cuerpo no reacciona, mis piernas tampoco como para poder levantarme.

¿Por qué?

¿Cómo pudieron hacerme esto?

Pensé que me querían.

Las lágrimas caen por mis mejillas, mis labios están secos como un desierto y tiemblan como un cachorro. Las sombras a mí alrededor se burlan de mi estado, me culpan, me gritan, me atormentan...
Siento cómo un montón de ojos me ven con burla, con maldad y yo me pregunto nuevamente...
¿Por qué?

Pienso en mamá, en papá, en mi hermana, que debe estar pasando el mismo infierno que yo, en mis abuelos maternos.

¿Estarán buscándonos?

¿Por qué no sé nada de ellos durante éstos tres días?

Estoy semidesnuda, temblando, sollozando, abrazándome a mi misma, tratando de no recordar los horribles sucesos que pasé en estos tres días, pero es imposible.

Los recuerdos vienen uno tras otro, cada uno peor que el anterior, me pregunto, ¿Acaso terminará está tortura?

¿Que hice mal?

¿por qué me hacen esto?

Gracias al silencio de la oscura ratonera, escucho pasos resonando en el pasillo, cada vez más fuerte, cada vez más cerca.

Tengo miedo.

No quiero que vuelvan otra vez, no había pasado mucho desde que se fueron. Era demasiado pronto, ¿Tantas ganas tenían de romperme? Quiero esconderme, quiero ocultarme en la oscuridad y que nunca me puedan encontrar.

Por cada paso que oigo, un doloroso recuerdo viene a mi conciencia.

Los látigos.

Los cortes.

Las patadas.

Los besos.

El dolor.

Las cachetadas.

Los pasos se acercan hasta escucharlos detrás de la puerta.

Los gritos.

Las súplicas.

La humillación.

La vio...

—Rubí.

Levanto la vista al escuchar esa voz. Las lágrimas inundan mis ojos, no sé si de felicidad o miedo, después de todo, lo que me pasó fue orquestado por las personas que más quería.

—Tío Lucian —digo sin saber que va a pasar.

Mi tío se acerca y se arrodilla frente a mí. Con delicadeza trata de apoyar mi espalda contra la fría pared para sentarme, yo, con la poca fuerza que tengo lo hago.

La Estrategia de la Reina. #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora