Cap 19: Baile de Mascaras

160 6 24
                                    

Alexandro.

Al llegar a la puerta de mi apartamento, coloco rápidamente la contraseña y entro.

Tiro la chaqueta en uno de los asientos que había ahí y voy en busca de algún kit de emergencias.

La teniente me había dejado jodido el brazo cuando me disparó.

Abro uno de los estantes del baño para agarrar el pequeño equipaje de mano y me devuelvo al comedor para tener un poco más de espacio.

Me saco la camisa rasgada y arruinada y de paso curar otras partes de mi torso, esa jodida perra me dejo no solo un brazo mal herido, sino, rasguños de uñas en el cuello y hombros, moretones en el abdomen y marcas en la nuca.

Era una puta gata rabiosa.

Una puta pantera en descontrol.

Por algo el apodo, lo raro es que se le fue dado por la GMFA y no por alguna victima suya. De igual manera, el nombre pantera le hacía justicia, y más por cómo estaba vestida toda de negro con esos ojos esmeralda brillantes.

Joder, solo le faltaban las orejas y era toda una felina.

Maldita perra en descontrol.

Me pregunto si sería así de salvaje en la cama.

Me río al recordar la noche en Rusia. Si así estaba con un par de besos y toqueteos, ¿Cómo sería mientras la lleno con mi polla? ¿Sus gemidos serían más escandalosos? ¿Sus rasguños serían más dolorosos?

Aunque no me refiero a ese tipo de dolor...

En definitiva, tuve suerte en ser uno de los que la hizo venirse en un par de minutos, pero el que se la follo...ese si es un tipo con la suerte del mundo.

—¿Qué te hace reír tanto, Alexandro? —dice él cuando enciende la luz del velador a su lado.

Levanto la vista para verlo sin desaparecer la sonrisa de mi cara.

—Como sería follarse a la teniente coronel —respondo con sinceridad.

Adán esboza una sonrisa de lado.

—Que linda tu sinceridad —dice sarcástico— Yo también a veces me pregunto cómo se sentiría repetir esa noche donde tenía a la teniente retorciéndose por más, claro, no estamos hablando de la misma teniente.

—Claro que no —digo mientras me limpio la herida del brazo— No me atrevería a quitarte a tu presa, maldito acosador.

Adán me mira intrigado.

Iluso, él se piensa que no se lo de su pequeño juego perseguidor con la teniente.

—¿Y tú juego con las tuyas? —pregunta— Por favor, Alexandro. Sé cómo te encanta cazar, y más cuando la presa es más rápida, por lo tanto, más difícil de atrapar.

Por supuesto que me gustaba, ¿A quién le gusta lo fácil? ¿Qué hay de divertido? Solo a los novatos.

—Me encanta, de hecho —admito— Y no tengo ningún puto problema en admitirlo.

De que sirve hacerse el bueno si no lo eres.

¿Por qué negar el monstruo que uno tiene adentro? Ser políticamente correcto nunca fue una opción, nadie lo es. Ser un hijo de dios es mucho menos divertido que ser hijo del diablo y cuando eres un Kozlov... ya estás en la ficha del puto infierno y no hay vuelta atrás de eso.

Era el malo y no importaba serlo, mostrarlo.

—Ahora que lo pienso —digo— ¿Qué tu no deberías de estar en Alemania? Ya sabes, con tus primos los psicóticos.

La Estrategia de la Reina. #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora