capítulo 23

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El ambiente era muy pesado, se hacía más complicado respirar y el culpable se encontraba enfrente, era la primera vez que veía a un alfa como Izuru, ya que Monokuma acostumbraba intimidar a los demás sacando sin cesar sus feromonas, en cambio, Izuru solo bastaba con su presencia.

-Izuru, por favor compórtate- Le susurro Hinata.

-Bueno que tal si comenzamos- dijo Hinata alegre mientras le daba un codazo al alfa que estaba a su otro lado.

Ese alfa era todo lo contrario de Izuru, con su cabello blanco, tez pálida y en su rostro estaba plantada una gran sonrisa... Aunque un poco extraña a mi parecer.

Lo que más me llamo la atención de él fueron sus ojos, por el hecho de que al ver a Hinata sus ojos transmitían un sentimiento, que me era tan conocido pero tan desconocido al mismo tiempo.

Cuando volteo a verme ese sentimiento se esfumó al instante, así que ya no lo pude apreciar, pero me veía con una expresión amable, por lo menos se ve que es una buena persona.

-Hola~ soy Nagito Komaeda- me miró de pies a cabeza y regreso su mirada a Hinata diciéndole que lo felicitará, al parecer no tenía mucho interés en mí, lo cual le agradezco.

De repente la habitación fue inundada por un gran silencio, Izuru no apartaba su mirada de mí, pero tampoco decía nada, Hinata solo se limitó a soltar un suspiro, pero se notaba en su rostro su molestia.

-Bueno... él es mi hermano Izuru Kamukura- dijo mientras señalaba al mencionado, literalmente Izuru era una copia idéntica de Hinata, la única diferencia era el cabello y los ojos rojos apagados de Izuru, a comparación de los ojos verdes brillantes de Hinata.

Sin embargo, lo que más me llamo la atención es que sus apellidos eran diferentes... ¿Tal vez sus papás se divorciaron?, Le preguntaré en otra ocasión.

Después volvió otra vez el silencio a la habitación, al parecer Izuru no iba a decir nada, y yo me quería ir ya, por lo que si me presentaba de una vez, me podría ir, pero antes de que saliera una palabra de mi boca, me vi interrumpido.

-Sabes ¿Cuántos problemas has ocasionado?- dijo Izuru, Hinata lo miro molesto, pero a él ni le importó.

Al verlo a los ojos, busqué algún signo de enfado o de algún sentimiento hostil hacia mí, pero no encontré nada, literalmente en sus ojos no expresaba nada, su mirada era como el de un muerto, lo cual me ocasionó escalofríos.

-Hacer todo esto es una perdida de tiempo- dijo viéndome de pies a cabeza, Hinata ya no se limitó solamente en mirarlo mal, empezó a decirle que parará, sin embargo, para Izuru solamente existimos él y yo en esta habitación.

-Seguramente no conoces la vergüenza, ya que si fueras una persona que comprendiera ese sentimiento, no hubieras hecho perder el tiempo de los demás, hicimos todo esto solamente por una persona de tu tipo- Sus palabras eran como piedras gigantes que caían sobre mí, todos los que estaban presentes no se limitaron a observar.

Hinata intentaba callarlo, pero él continuaba hablando, palabra tras palabra que salía de su boca, me recordaban a cuando estaba en la secundaria y al igual que en esa época yo no tenía oportunidad de hablar.

De repente deje de ver a Izuru y a cambio empezaba a tomar forma de Monokuma, baje la mirada y solo me limite a escucharlo.

-Realmente no comprendo - "me quiero ir".

-¿Qué hace una persona como tú en esta academia?- "me quiero ir".

-Deberían haberle dado tu lugar a alguien que realmente lo merezca, pero...- No sé de donde saque fuerzas, pero cuando me di cuenta estaba corriendo por los pasillos, en lo único que pensaba era en desaparecer de ese lugar. 

Corrí sin rumbo alguno, solo quería estar lo más lejos posible del edificio, las lágrimas empezaron a brotar sin parar provocando que no pudiera ver correctamente.

Solo me venía a la cabeza las palabras de Izuru, "Sabes ¿Cuántos problemas has traído?", claro que lo sé, desde que nací traje problemas a la vida de la gente que me rodea.

"Hacer todo esto es una perdida de tiempo" obviamente, por esa razón todos en el pueblo me ignoraban.

De repente caí, la caída fue larga, ya que no sentí el golpe al instante.

"Debería darte vergüenza que toda la clase deba hacer todo esto solo por una persona como tú". -¡Tienes toda la razón, tampoco comprendo por qué perderían el tiempo en alguien como yo!- Grite mientras las lágrimas fluían e intentaba contener mis sollozos.

En estos momentos quisiera hablar con Leon, pero mi celular está en mi mochila que dejé en el salón.

No podía controlar mi llanto, no sé qué me dolió más, la caída o recordar que mi existencia es un estorbo.

-Realmente solo debería vivir callado y desaparecer de la vista de los demás- dije al aire.

Poco a poco empecé a sentir un olor que se me hacía familiar, el cual me empezó a calmar, de repente sentí una mano en mi espalda que me daba palmaditas.

-No digas eso- dijo una voz grave, la cual provocó que dejara de llorar y me paralizó.

Fue en ese momento que me di cuenta de que el suelo respiraba, puede ser que en la escuela siempre mantenía la mirada abajo, pero eso no quiere decir que sea ignorante, por lo que sé que el suelo no respira de esta forma y mucho menos habla.

Me senté rápido y pude apreciar que caí sobre alguien, era un joven de tez pálida, cabello negro con unos mechones blanco que estaban peinados hacia arriba, pude captar que uno de sus brazos estaba rodeado por vendas, sus ojos eran de distinto color, quería desviar mi mirada... Pero no los podía dejar de ver, tenían algo que me hipnotizaban.

El extraño se empezó a sentar, me iba a parar, pero sus brazos me detuvieron.

-No digas eso- "¿Eh?" -Esa maldición no es para ti- no sabía a qué se refería.

- Tú mereces hasta el más hermoso regalo que nos pueden dar los dioses del cielo como los del inframundo- Quería seguir la línea de esta conversación, pero no podía comprender a lo que se refería.

-¿Q-Q-Qué quieres...- me vi interrumpido.

-No digas que vivirás en un rincón, vive como tú quieras- me abrazó.

Era un abrazo extraño, me provocaba un sentimiento de nostalgia, ya que me hacía sentir como si fuera algo precioso y a la vez me sentía seguro, no me di cuenta, pero estaba llorando de nuevo, pero no eran unas lágrimas de tristeza, sino de alivio, porque alguien pensaba que merecía vivir como cualquier persona.

Este abrazo era tan nostálgico como si alguien más me lo hubiera dado, pero no recuerdo quién era, solo se me viene a la mente una imagen borrosa de una mujer que me acariciaba mi cabello con gran dulzura.

Ya no podía detener mis sollozos, así que me acurruque más en el pecho del extraño, ya que tenía mucho tiempo que no me sentía seguro.

El extraño me abrazó más fuerte y solamente me repetía palabras que no entendía, pero me transmitían tanta paz. 

No llores másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora