Capítulo 25

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Boris 

No podía volver a confiar en mí, ni en mis instintos. Había vuelto a lastimar a mi tierna, rizos y para rematar Camil había terminado embarazada. Me sentía destruido, estresado y solo.

— Entendido.

— Sí, Beta.

— Bien. Pueden retirarse — les dije mientras me sentaba.

Las horas fueron pasando de forma lenta, así que me entretuve adelantando trabajo en el computador. Sentí como unos pasos se acerca y terminé dejando la computadora a un lado, acercándome a la reja.

— Boris — me dijo Ania con preocupación.

— Mis rizos que pasa — le pregunte con preocupación pegándome a la reja.

— ¿Qué haces aquí? — me preguntó sin entender.

— No quiero volverte a fallar. Así que prefiero encerarme.

— ¿pero ya no tenemos nada?

— Prefiero esto a volverte a fallar — le aseguré.

Seguía sin entender qué había pasado conmigo. Pero prefería encerrarme antes de volver a fallarle a Ania. Por lo que cada luna llena de fertilidad me encerraba en una celda de seguridad donde dejaba órdenes estrictas de que no me dejaran salir bajo ningún concepto amenos de que Ania y mis lobeznos estuvieran en peligro.

— No era necesario — me dijo en tono suave.

— Lo es para mí — le aseguré.

— Te necesito — me dijo con angustia.

— Dime

— Alexio no está bien. Tiene fiebre y está llorando, el curandero me dice que es porque está sintiendo tu ausencia — me dijo con angustia.

— Sáqueme de aquí — le dije al omega que cuidaba la puerta.

— Beta, usted dijo que no le abriéramos bajo ninguna circunstancia.

— Mi lobezno está en peligro — le dije con molestia.

— La orden fue clara.

— Déjelo salir — demando Ania y el omega la miro con asombro.

El omega terminó por abrirme la puerta. Así que tome a Ania de la mano y empezamos a correr rumbo a la casa. Cuando llegue encontré al curandero y la señora Gala junto a Alexio quien se encontraba en la cama llorando.

— Beta. El cachorro siente que la magia de su padre no está con él y se siente en peligro.

— Vamos a vincularlo conmigo, mientras se recupera.

Tome a Alexio en mis brazos y el curandero termino por entrelazar la mano mía con la de Alexio con una de las ramas del árbol sagrado.

Mi hijo solo tenía dos años y ya llevaba un año separada de Ania. Aunque vivía en la casa contemporánea, mi lobezno se sentía desplazado.

— Tranquilo hijo — le dije a mi hijo en mi oído —. Tú siempre serás mi primogénito, mi orgullo y mi beta — le aseguré meciéndolo suavemente.

Ania se acercó y se recostó en mi brazo mientras acariciaba de forma suave. El curandero y la señora Gala terminaron por irse para dejarnos solos, así que terminamos por acostarnos en la cama, dejando a Alexio en medio de los dos.

Cuando desperté, Alexio se encontraba acostado sobre mi pecho y no había rastro de Ania por ningún lado, por lo que termine por quedarme quieto para no despertar a mi hijo.

La traición del betaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora