La enemistad entre Harry y Amara no era fácil, no cuando todo había comenzado por un pequeño mal entendido y menos cuando el mejor amigo de ambos era Mitch Rowland.
Y si a Harry no le agradaba mucho Amara, ¿Entonces por qué escribió tantas cancione...
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Estaba sentada en uno de los cómodos sillones de la terraza de Harry, con mis piernas encogidas hasta la altura de mi pecho las cuales estaban cubiertas por una manta que el mismo Styles había llevado para mi, mientras que mi mano derecha sostenía un porro hecho por Mitch.
Mi cuerpo entremedio de los dos chicos se sentía intimidado y pequeño, ambos me miraban expectantes como queriendo algún tipo de reacción de mi parte pero yo no hacía más que fumar y mirar hacia las lindas palmeras que estaban alrededor de la piscina del cantante, a lo lejos, las luces de la ciudad aún encendidas.
—Amara...— comienza a decir Mitch, estando él en mi lado derecho— ¿Eres consciente de que tienes que hacer algo al respecto, cierto?
Me quedo mirando un punto fijo en la cerámica de la terraza, sabiendo que sus palabras eran ciertas pero que mi mente se rehusaba a aceptarlas. Era como si estuviera bloqueada por completo.
—No lo quiero ver nunca más en mi vida— digo después de un rato— Yo no... no sé si soy capaz de salir de toda esta mierda.
—¿A qué te refieres?
—A que simplemente no sé qué hacer ahora— digo con la voz rasposa y quebrada, manteniendo mi vista en el suelo— Me había acostumbrado a él.
—Pero Amara, el tipo era un bueno para nada— se queja Mitch— Siempre te lo dije, desde que comenzaste a salir con él.
—Si pero...
—Pero nunca me hiciste caso, te aconsejé muchas veces que lo mejor era salir de esa maldita relación tóxica que tenían, vivían discutiendo.
—¿Qué no te das cuenta de que fue él el único que se quedó ahí para mi?— dije después de haberme quedado un par de segundos en silencio.
Luego de pasarle nuevamente el porro a Mitch, me puse de pie, justo delante de ambos chicos que me miraban de manera fija.
—No sé de qué estás hablando Amara, sabes perfectamente que yo también estuve ahí...
—No, Mitch, no es así— lo interrumpí, sintiendo lágrimas en los ojos y con el alma en un hilo me preparé mentalmente para desahogarme— Después del dos mil diecisiete muchas cosas cambiaron pero nunca te reclamé nada porque sabía que no podía hacerlo.
—Amara, ¿Qué estás diciendo?
Entonces mi amigo se pone de pie para quedar frente a mi, con su ceño fruncido y una mirada llena de interrogación.
—Muchas cosas pasaron Mitchell, cosas que no tienes idea porque estabas trabajando y yo no quería que mis problemas se conviertan en los tuyos cuando tú estabas mejor que nunca— comienzo por decir— Tu sueño siempre fue este, ser un guitarrista reconocido y que la gente ame lo que tocas, y no quería arrebatarte esa felicidad.