La enemistad entre Harry y Amara no era fácil, no cuando todo había comenzado por un pequeño mal entendido y menos cuando el mejor amigo de ambos era Mitch Rowland.
Y si a Harry no le agradaba mucho Amara, ¿Entonces por qué escribió tantas cancione...
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Harry Styles
Mi cabeza estaba reposada sobre el pasto del patio, justo al lado de la piscina. Mi vista estaba fija en el cielo el cual no estaba lleno de estrellas como me gustaría, y todo producto de la contaminación lumínica de la ciudad.
Amara estaba sentada un poco más allá, con el segundo vaso de licor en su mano y mirando fijamente el agua.
—Somos patéticos— ella suelta de la nada, haciéndome reír.
—Lo somos— digo en un suspiro ahogado— ¿Mitch vendrá?
—Dijo que vendría, te iba a llamar, a mi sólo me dijo que nos juntemos aquí.
Con el ceño fruncido meto la mano a mi bolsillo ya que no había escuchado ninguna llamada perdida por parte de mi guitarrista. Pero rápidamente mi expresión se quita al ver cinco nuevas notificaciones.
Tres llamadas perdidas y dos mensajes por parte de él:
"Contesta el teléfono" "Harry, no estás bien solo"
Decido ignorar completamente las notificaciones y dejo el aparato al lado mío, no sin antes volver a mi posición inicial y sentarme al estilo indio.
Observo a Amara y entonces me doy cuenta que la chica estaba sacando todo lo necesario de su bolsillo para enrolar un porro; tenía los labios fruncidos y ahora su cabello estaba atado en un desordenado peinado.
—Mitch llegará en cualquier momento, estoy segura— murmura desde su lugar.
—Lo sé...—suspiro de manera pesada porque sabía que Mitch me daría el típico discurso que escuché una y vez hace meses atrás— ¿De qué estábamos conversando?
—De que rompiste mi cámara.
—Oh, si, cierto— concuerdo con ella para luego darle otro sorbo a mi vaso de whiskey— Fue un accidente.
—No, no fue un accidente.
—Por supuesto que si.
—Por supuesto que no.
—Que si.
—Que no— Amara resopla— ¿Tienes encendedor?
Suelto una risa sin gracia y entonces me pongo de pie con la intención de buscar lo que ella andaba buscando, no sin antes lanzarle un mirada de pocos amigos.
—Testaruda— susurro cuando paso frente a ella.
—¿Cómo me dijiste?
Sé que ella también se ha puesto de pie y ha venido atrás mío, y lo compruebo cuando giro mi cuerpo sólo para verla.
Ella tenía su ceño fruncido, dando a entender que le había molestado mi comentario, mientras que yo intentaba con fuerza sobrehumana en no hacer notar tanto el efecto de Yaba que aún estaba en mi sistema.