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Un poco dudoso golpetea la puerta de la gran casa que posee ventanales con vitrales que forman flores de distintos tipos, pero todas pintadas de tonos azules; el llamativo diseño este hecho con muchísima precisión y es claro que fue costoso, sin embargo, la familia Monoma se puede costear eso y mucho más.

La puerta es abierta un poco, mostrando una mujer de perfecto cutis y precioso cabello dorado, quien al verlo sonríe radiante y abre por completo la puerta, lanzándose a sus brazos y él no duda en aceptar el lindo recibimiento, pues también atesora muchísimo a la omega.

— Eijiro, tanto tiempo —la mujer de mirada alegre a pesar de poseer un color opaco, le toma el rostro entre manos, sonriendo radiante—. ¿A qué se debe está bella e inesperada visita?

— Pues yo... ¿Está Neito?

— Oh, ya te has enterado —la sonrisa radiante se vuelve una fina línea de molestia, la mirada que antes delataba alegría, ahora se encuentra con visible molestia—. Ese bastardo ha hecho llorar mucho a mi bebé, ¿cómo pudo semejante cosa?

— No estoy informado del todo —es mentira, sabe la razón y con quien se ha ido el esposo del único hijo de los Monoma—, solo he venido a ver a un amigo.

— Lo sé, cielo, lo sé. Gracias.

Es la madre de Neito quien lo guía a la habitación de este, en el camino se da cuenta que muchas cosas siguen como antes: los cuadros, los arreglos, las pequeñas figuras de cerámica que adornan los muebles y libreros, las alfombras limpias y que desprenden un agradable aroma a café.

Le resulta un poco reconfortante, el que las algunas cosas sigan como antes y aun así luzcan bien, sean agradables. Sabe que eso no puede ser en las personas, y que él ya no es ese niño de doce años que corría el largo pasillo emocionado por verse con joven novio.

Fue una locura el que haya aceptado salir con Neito cuando ni siquiera se hablaban tanto o tenían una magnifica relación, puede que en aquel entonces, al ser menor e inocentes, pudo haber intentado algo con Shoto... Posiblemente habría funcionado o no, nunca lo sabrá. No ahora que ya tiene a alguien tan importante como Bakugo, su omega destinado.

Un omega que no le ha contestado ni una sola llamada, tampoco un mensaje; no recuerda haber hecho algo para ofenderlo o lastimado, tal vez la existencia de Yoichi sí haya fracturado lo que apenas iniciaba, pero no es su culpa ¿o sí? Él teme que sea así porque no hay forma que alguien tan increíble como Bakugo lo acepte ahora.

Tal vez aquel rubio de explosiva actitud esté hecho para él, pero ¿qué pasa si él no es lo suficiente para ese omega?

Detiene su andar cuando la mujer omega lo hace, en el suelo hay una bandeja con un plato hondo con sopa, uno pequeño con fruta picada y un vaso lleno de jugo, tal vez de naranja, los cubiertos yacen acomodados a la perfección. Frunce el ceño, un poco preocupado que su viejo cariño no esté comiendo.

Ve a la madre de Neito llamar a la puerta con tres golpes antes de abrirla.

— Amor, han venido a verte —avisa la mujer, haciéndose a un lado para darle el paso—. Los dejaré solos.

— Gracias.

La observa cerrar la puerta y se mantiene ahí, asustado de girar y encontrarse con un momento incomodo, ¿por qué si quiera estaba ahí? ¿Remordimiento? Ahora sabe que él realmente no le hizo ningún daño al rubio cuando su celo se adelantó, pero aun así sabe que sí lo asustó y ahora quiere atesorar esa amistad que perdió.

— ¿Eijiro? —la voz de Neito suena apagada, como si el hablar le doliera.

— Hola —saluda sin voltear a verlo—, yo me... Bueno, no sé por dónde empezar —lo escucha sorber por la nariz, no tuvo que haber ido.

Un Alfa Para Ti (KiriBaku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora