Las fuertes y suaves manos que sujetan sus muñecas por encima de la cabeza le impiden poder ser dueño de aquel compás que Bakugo ha decidido, ese subir y bajar lento y tortuoso, aquel sensual baile de vientre que lo está haciendo perder la cabeza.
Apenas puede mantener los ojos abiertos ante aquel abrumador placer, pero se niega a cerrarlos. No se quiere perder aquella maravillosa imagen: Bakugo sonrojado y con brillante mirada, perdido en el placer y tomando por completo el control; los pechos grandes y ejercitados moviéndose arriba debajo tan cerca de su cara, el deseo de hundir la cara entre ellos es tal que lo está poniendo al límite.
— Eres un asqueroso pervertido —la acusación lo hace gemir, levanta lo más que puede el cuello y logra lamer con descaro el pecho derecho—. Mmm, buen chico.
Dos, cinco, siete bobeadas más y arquea la espalda en el momento que empieza a vaciarse dentro del estrecho anillo de músculos; se suelta del agarre del Bakugo al sentirlo temblar y logra darle vuelta a la situación, él ahora sobre el rubio y este con la espalda contra el colchón.
Bakugo se aferra a la sábana con ambas manos, envuelve las piernas en su cadera y se arquea contra él, permitiéndole ir más profundo.
El grito de placer, desgarrador y sonoro, lo impulsa a besarlo con voracidad, chupando la lengua y acariciando con su lengua la ajena. Es un beso desastroso, uno dominado por el placer y lujuria, una que incluso hace sollozar al rubio. Y cuando le toma la verga con la mano, masturbándolo mientras sigue embistiendo y golpeando contra aquel punto que derrama placer, Bakugo se aferra con uñas a su espalda mientras derrama el orgasmo contra su mano y en os abdómenes de ambos.
No puede describir lo que siente, tampoco lo abrumador que es cada sentimiento, así como tampoco puede contar las veces que han tenido sexo.
Apenas habían cruzado la puerta del apartamento y cerrado esta cuando los dos se volvieron un enredo de brazos y piernas, las ropas cayendo al suelo sin ninguna gracia y volviéndose las migajas de Hanzel y Gretel, pues guían hacia la habitación donde ahora el aroma de ambos se encuentra mezclado entre las sábanas, almohadas y colchón.
— Eres demasiado pesado —los dedos de Bakugo contornean los músculos de su espalda, el aliento que cae en su hombro lo hace temblar—, me agrada.
— ¿Quieres que vaya por agua?
— ¿Acabas de evadir el momento? Eres muy maduro —gruñe ante el palpable sarcasmo. Se endereza poco a poco apoyando las manos contra el colchón y haciendo para atrás su cuerpo sale del caliento interior, viendo con atención como el condón se encuentra lleno—. Cuando traigas el agua, trae contigo el teléfono.
— ¿Para? —hace el nudo en el condón y lo deja junto a los otros tres.
— Para pedir comida.
— ¿No vas a hacer de comer?
— ¿Planeas que cocine después de cogerme? —niega con la cabeza, sintiendo un mal sabor en su boca.
— No, lo siento; sólo pregunté por preguntar, realmente no pensé en...
— Sí, ya. Da igual —el rubio entrelaza los dedos tras la cabeza y la confianza que posee sobre su propia desnudes le sorprende, dejando de lado que luce sumamente atractivo—. De todos modos, no sé cocinar.
— ¿No sabes? —pregunta con sorpresa— ¿Qué hay de la vez que me invitaste?
— Lo mandé a pedir —arquea una ceja— ¿Debo de saber cocinar por ser omega?
— No; es porque eres un adulto y vives solo —se pone de pie y anda en busca de su calzón, encontrándolo cerca de la puerta. Se los coloca y abre para ir por lo pedido, regresando minutos después y encontrándose a Bakugo con su camisa puesta— ¿Traes mi camisa?
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Un Alfa Para Ti (KiriBaku)
Hayran KurguEn los barrios bajos todo puede ocurrir, desde un amor entre un detective y un bailarín exótico hasta los asesinatos más despiadados y turbios que alguna vez la ciudad escuchó hablar, sin embargo, esta historia no se enfoca ahí. Todo empieza en los...