♥ Se abre talón

318 45 9
                                    

Kirishima al ver los brazos cruzados de su esposo, quien apoya la espalda contra la puerta impidiéndole salir, sabe que llegará tarde a su cita y eso no se lo puede permitir. Camina hasta acortar la distancia con su compañero, lo toma de la marcada cintura y baja hasta colocar la mejilla con la contraría, frotándose con suavidad contra ella.

Al principio no hay respuesta, pero entonces un suave ronroneo surge y los brazos de su esposo le rodean los hombros, permitiendo que lo abrace por la cintura y lo pegue contra el pecho, alzándolo. Las piernas de su esposo le rodean la cadera, es una trampa carnal mortal.

— No puedes hacerme esto —gruñe contra la oreja de su esposo, quien tiembla entre sus brazos—, estás jugando sucio.

— Nos podemos poner sucios los dos, si quieres —Los dedos de Katsuki cepillan su cabello, el movimiento de aquellos labios contra su cuello lo hace aspirar entre dientes—. No vayas. Quédate.

— Estás matándome.

Dobla las rodillas para apoyar el trasero de su esposo en la mesa del comedor, coloca las manos contra la madera y cuando Katsuki se inclina atrás, usando sus hombros para sostenerse, se maravilla con aquella carmesí mirada y queda hipnotizado por la piel que se encuentra sonrojada.

Se acerca a besarlo sin pensarlo dos veces, sonriendo contra aquellos labios que danzan contra los suyos y luego se abren para recibirlo, permitiendo profundizar ese beso al acariciar la lengua ajena con la propia.

Desde aquel encuentro de hace un año en aquella cafetería solo tardaron un mes para comenzar vivir juntos, sus vidas han cambiado con altas y bajas, de hecho, las riñas nunca faltan en casa, pero nunca se han dormido enojados con el otro. La platica se ha vuelto clave para que aquello continúe, también el respeto y quiere que siga así.

Ante un ronco gemido perteneciente de Katsuki, gruñe excitado y lleva la mano derecha tras el cuello de este, acariciando con la yema de los dedos lo que sabe que está ahí a pesar de no poder verlo. Su marca.

Abandona aquella exquisita boca, recorriendo con los labios una invisible línea que lo lleva al cuello, la suave piel se siente tan bien que lo hace apresarla entre dientes y tirar de ella, embistiendo contra el caliente cuerpo. Quiere tomarlo, sí, poseerlo sobre la mesa e impregnar la madera del dulce aroma, uno que mezclado con el suyo da algo parecido al olor de rol de canela.

— No vayas —pide Katsuki, sujetando del cabello y rodeándolo con las piernas, la presión contra su cadera lo hace temblar—. Quédate.

— Tengo que ir —responde contra la piel, bajando a raspar con dientes la del hombro. Katsuki responde con un escalofrió—, sabes que he pospuesto esto por mucho tiempo

— Ni siquiera puede responder a las preguntas que su capitán le hace, ¿cómo esperas que hable contigo? —Suspira. Se endereza y ve desde lo alto a su esposo, quien no le permite alejarse más debido a la presión que ha hecho con brazos y piernas— No quiero que vayas.

— Pero yo necesito hacerlo.

— Entonces déjame ir contigo —Niega en respuesta, llevando las manos a los muslos que lo aprisionan. Son tan suaves y tienen un color tan lechoso—. Te esperaré afuera, no entraré.

— Ambos sabemos que al final vas a entrar.

— Sí, pero lo haré cuando no te des cuenta.

Suelta una risilla ante eso, baja y deposita un beso en la punta de aquella linda nariz, para luego depositar otro en la frente y uno más en la sien izquierda. Reparte tantos besos en la cara de su esposo que este poco a poco cierra los ojos y se deja hacer, cosa que no le sorprende porque Katsuki es así.

Un Alfa Para Ti (KiriBaku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora