Capitulo 25

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Una cena más, sin nada en particular: el tumultuoso comedor, los reos peleándose por la mejor comida, John cenando en silencio, Cristoph mirándole con recelo y curiosidad, los gritos, las risas, la comida volando y la ausencia de Zayn.

Apenas se terminó el jugo de uva, pellizcó el queso derretido con champiñones y se encontró ya sin apetito. John levantó la vista de su plato, dedicándole una mirada desaprobatoria.

― Últimamente comes muy poco, te ves demacrado, deberías visitar el médico - Louis rodó los ojos.

― No tengo buenas experiencias con los médicos de aquí - Musitó sintiendo un agudo escalofrío recorrer la espina dorsal.

― Dile a Malik que te acompañe - John se rió despacito por su comentario pero el castaño no halló la gracia.

― Tengo sueño, me voy yendo.

― ¿Te has dado cuenta que te la vives más dormido que despierto? - Louis asintió.

― Debe ser a causa del calor - Levantó su charola, vació la comida a la basura, y se fue.

No marchó a su celda como dijo le a John, moría de sueño, sí, pero no se dirigió allá. Salió al aire refrescante del área deportiva recordando las palabras de Zayn; su tentadora proposición y el plazo de vida que le agoró, recordó también, con aguijoneante dolor y severa nostalgia, la plantada de su madre, sintiéndose impotente al ignorar el porqué.

Se recostó sobre una grada y enfocó su visión hacia las relucientes estrellas, más vívidas y brillantes que vistas desde la ciudad. Allí, no había tantas luces artificiales opacándolas. Lentamente, cerró los ojos, rindiéndose al sueño, pero sosteniendo con ahínco la preciada cadenita de Harry.

― Creí que me volvía más fuerte, - una oleada de intenso frío comenzó azotarle el cuerpo desprotegido. -pero me siento más indefenso que nunca... supongo, que ésta debilidad, no es normal.

― ¿Tomlinson? -un guardia de seguridad salió del pasillo principal - Ah, sí, te he estado buscando, me dijeron que te habían visto por aquí.

― ¿Ya es hora de volver a las celdas? Perdón, se me fue muy rápido el tiempo - El guardia sonrió, negando con la cabeza.

― El director me ha mandado por ti, ¿hiciste algo muy malo, he? Sígueme -Louis se incorporó pensando inmediatamente en su familia. Sí, en definitiva, algo había ocurrido, ¿de qué otra forma, el director del reclusorio le mandaba llamar a horas tan inapropiadas? Temió, violentamente, comenzó a temblar de nerviosismo.

La angustia le asfixiaba el corazón, y la mente, le torturaba con los peores pensamientos; su tierna madre, su hermosa hermanita, ¿Qué pasaba con ellas? Interiormente, les juró, que si algo fatal sucedió, qué si la indeseable muerte las atacó, él no tardaría en unírseles, porque ya sin ellas, su existencia de nada valía.

Qué destino tan férreo, qué cruel, la mano de dios, qué débil, su fe.

Lagrimeó todo el recorrido, encajó las uñas en sus palmas y regó el camino con minúsculas gotas de sangre.

Observó la gran reja principal, ésa que dividía el verdadero calvario de la dulce libertad, donde todos dejaban algo de sí y jamás volvían a recuperarlo, ¿Qué dejarías tú?, se preguntó inevitablemente.

Lo esposaron al igual que el día que arribó, las cámaras lo captaron y el guardia se adelantó hasta la puerta de acero, extrajo una tarjeta de identificación y la deslizó por la rejilla del mecanismo. La puerta se abrió, ambos pasaron, y la puerta volvió a cerrarse acompañada de un tétrico sonido.

Enfrente, una pared que Louis adivinaba de puro concreto, y una puerta igual de resistente que la anterior. El guardia se acercó al aparato dactilar, abrió el protector, e imprimió su pulgar en la sensible superficie. De rojo a verde, y el acceso autorizado.

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