Capitulo 26

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Para mayor sorpresa de Niall Horan, Louis le pidió como último favor; otorgarle el acceso a las celdas para despedirse de sus amigos, al principio el hombre se negó, argumentando la total discreción en el asunto, sin embargo, Louis insistió y Niall no tuvo más remedio que aceptar, extendiéndole un plazo máximo de treinta minutos.

Y ahora, se encontraba cruzando la reja principal, observándola ya sin pena y desasosiego. No lo podía creer, hace unos minutos, moría de angustia, y en ése momento, se sentía en la cúspide; la cárcel no parecía tan gris, tampoco los guardias se veían terroríficos y las risas de los reos ya no sonaban amedrentadoras. Halló luz donde antes era pura y netamente, fría oscuridad. Caminaba, pero él sentía volar, desplazándose de nube en nube con la ayuda de blancas alas formadas de nuevas ilusiones y esperanzas.

Louis miró a John saliendo del comedor, y una sensación de tristeza le azotó. Su amigo, un hombre honesto y digno, se quedaría allí por siempre, no podría seguirlo, ni hoy, ni nunca. Al menos le quedaba como consolación, visitarlo los fines de semana, de presentarle a su familia y en ésas pocas horas hacerle pasar un buen rato.

― John – Le llamó, sorprendiéndole.

― ¿Qué pasó, Louis?, ya te hacía en el quinto sueño.

― No tengo mucho tiempo, amigo. El director me está esperando.

― ¿Director?... ¿Horan? – Cuestionó muy asombrado.

― Sí, el mismo, ¿lo conoces?

― De vista, ¿pero qué ocurre con él, por qué dices que te espera?― Louis se llevó las manos al pecho, con una sonrisota bien marcada en los labios.

― Algo inédito sucedió, apenas lo puedo concebir, ¡no tengo palabras! – Le tendió la orden judicial con las manos todavía temblorosas. John agarró el papel misterioso, comenzando a leerlo.

Sus negros ojos, se agrandaban a cada línea, pasó saliva con dificultad y tuvo que leer la hoja un par de veces más, cerciorándose que no fuera un malentendido. Miró a Louis, mudo, pero con el semblante gritando el asombro y felicidad que por dentro le colmaba.

― Saldré, John, el director me espera porque me trasladará a donde se encuentra mi familia, pero no quise irme sin antes despedirme de ti.

― ¡Cuánto me alegro, Louis!, Yo... no... sé qué debo decir... es que... Horan, ¡Horan!, y el sello original – Sacudió el papel ― Todo es completamente legal – Un perfecto óvalo se formó en su boca – Qué bendita suerte, qué angelote ilumina tu sendero.

John palmeó el hombro de Louis, sin apagar la sonrisa destellante.

― Si alguien, en toda ésta cárcel, se merecía algo como esto, ése eras tú, Louis. Ahora, éste lugar no será silencioso testigo de la que hubiese sido, tu inminente caída, ahora, realmente florecerás, con más vigor, con más fuerza y determinación. Y tu brillo, encandilará a todos, verás, qué así será.

― Muchas gracias, John, ojalá tus palabras sean de profeta.

― ¡Uy, muchacho!, sin duda. ¿Pero qué sigues haciendo aquí?, márchate ya, nada más te ata, disfruta de tu justa libertad.

Louis se mordió el labio inferior, bailó nerviosamente la mirada y susurró con voz tímida:

― Te extrañaré, conocerte fue muy grato, de las pocas cosas positivas en mi estancia – Dijo, con la garganta conectada directamente al corazón.

― Gracias, pequeño, el placer ha sido mío – Haló un mechón de cabello, cariñoso – También te extrañaré; y mucho – Su voz, a cada segundo que pasaba, se volvía más y más aguardentosa, apenado, John calló, antes que terminara por soltar un lamento ― Vete, ya no sigas deteniéndote por éste anciano – Louis le observó con ternura.

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