CAPÍTULO OCHO

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Donde lo Imposible Ocurre
con
Sorprendente Regularidad

NICOLÁS SAN NORTE y sus hombres cabalgaron toda la noche, pero el
trayecto resultó de lo más antinatural. La risa de Norte por fin se había apagado, pero seguía avanzando incansablemente hacia el sur, como un demente feliz. La Luna parecía iluminar su camino, dirigiéndoles a través de los desfiladeros más oscuros y los bosques más frondosos.

Tras varias horas de galope, llegaron a un río demasiado rápido para cruzarlo. Antes de que los bandidos pudiesen frenar, vieron una figura centelleante... ¿Sería un niño hecho de luz? Después se produjo un resplandor deslumbrante que alumbró el agua de un modo extraño, como de otro mundo. Norte miró el río y dejó que sus instintos emergieran. Le gustaba jugársela, a fin de cuentas, y presentía que aquellas luces de luna estaban incitándole a creer en lo imposible. Con un golpecito instó a Petrov a avanzar, y se lanzaron directos al río. ¡Pero no se hundieron, sino que galoparon sobre las aguas! Los hombres de Norte corrieron tras ellos. Pasó lo mismo una y otra vez. Lagos, arroyos, fiordos... Cualquier masa de agua que les bloqueara el paso se iluminaba y los sostenía como por arte de magia.

Y después, cuando ascendían por las montañas, ocurrió algo todavía más sorprendente. Al borde de una profunda escarpa, la montaña se recortó hasta desaparecer. Norte tiró de las riendas de Petrov; el caballo se irguió justo a tiempo para evitar una caída en picado. Norte examinó el borde: por debajo no había más que nubes. Si avanzaban, se caerían. No había modo de saber desde qué altura, pero sin duda morirían, Y entonces reapareció: el niño brillante, atravesando las nubes con aquel resplandor. Norte volvió a reírse con fuerza. Agitó las riendas de Petrov y echaron a correr. Antes de que sus hombres empezaran a gritarle que se parara, ya se habían precipitado por el borde. Norte y Petrov cayeron unos cuantos pies y aterrizaron en una nube. Siguieron su carrera, mientras Norte se reía con una felicidad temeraria.

Sorprendidos, sus hombres se lanzaron tras ellos y también empezaron a reírse por aquella increíble y fantástica locura de saber que algo era imposible pero ver que estaba ocurriendo. Siguieron galopando por aquellas montañas y aquellos valles de nubes, cruzando el paisaje blanco y refulgente del cielo.

Nicolás San Norte y la batalla contra el Rey de las PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora