Cap -6

1K 40 13
                                    


Los días transcurrían con una normalidad que, aunque en principio parecía incompleta, ahora se había convertido en algo más acogedor. Senjuro y Kyojuro intercambiaban miradas, y ya no había ese ambiente tenso que había dominado durante tanto tiempo. La comunicación entre los dos hermanos se había restablecido, como si el silencio que había prevalecido por tanto tiempo se hubiera disipado. Su padre, al notar este cambio, no hizo preguntas, no expresó su satisfacción en palabras, pero sus ojos reflejaban una quietud que solo podía interpretarse como una aceptación silenciosa de que los hermanos finalmente habían hablado y, con ello, habían aclarado sus propios motivos y sentimientos.

Cuando las vacaciones de Kyojuro llegaron a su fin, su rutina volvió a lo que había sido antes: misiones, entrenamientos y la vida de un pilar del Cuerpo de Cazadores de Demonios. La calma volvió, pero un día, algo inesperado alteró esa serenidad. El padre de los dos, siempre tan distante y poco expresivo, llegó a casa acompañado de una mujer que, al parecer, sería su próxima prometida. Senjuro, al verla, se quedó paralizado. La mujer tenía una presencia que le resultaba inquietante: su largo cabello negro, tan parecido al de su madre, y sus ojos color rubí evocaban recuerdos que Senjuro prefería no revivir. Sin embargo, había algo en su aura que no le inspiraba confianza. Su mirada era fría, codiciosa, como si estuviera buscando algo más allá de una simple relación de pareja. Senjuro, incapaz de tolerar esa sensación de incomodidad, decidió abandonar su hogar, buscando consuelo en su amigo de toda la vida, Tanjiro. No quería hablar de eso con Kyojuro, ya que sabía que estaba inmerso en sus misiones, ocupándose de sus deberes como Pilar. No quería interrumpirlo, ni hacerle cargar con más preocupaciones.

Esa misma tarde, Senjuro se encontró con Tanjiro, quien caminaba por las calles con su usual energía y entusiasmo. Al ver a su amigo, Senjuro se acercó rápidamente, con una sonrisa tímida pero genuina. El peso de la situación seguía sobre sus hombros, pero la presencia de Tanjiro siempre lograba calmarlo de algún modo.

— ¡Tanjiro! Te estaba buscando —dijo Senjuro, su voz mostrando algo de pena. No quería que su amigo notara su leve sonrojo, así que bajó la mirada, evitando sus ojos.

Tanjiro sonrió ampliamente al verlo y respondió de inmediato con entusiasmo.

— ¡Claro! Estaba por ir a tu casa a buscarte. ¡Me alegra que me hayas encontrado! —dijo mientras su expresión se iluminaba al verlo.

Ambos comenzaron a caminar juntos, y mientras lo hacían, Tanjiro le contaba con emoción sus últimas misiones, las criaturas demoníacas que había enfrentado y las historias que había recogido en sus viajes. Senjuro lo escuchaba atentamente, viendo cómo su amigo sonreía al relatar cada una de sus experiencias. No era algo nuevo para él, pero siempre lo disfrutaba. Tanjiro tenía la capacidad de hacer que las historias más peligrosas parecieran aventureras y llenas de vida. Sin embargo, al darse cuenta de que solo él estaba hablando, Tanjiro se detuvo un momento, rascándose la nuca, avergonzado.

— Lo siento, parece que hablo demasiado, como un loro... —dijo con una risa nerviosa. — Ahora, ¡te toca a ti! Seguro que tienes algo nuevo que contarme.

Senjuro, al ver la expresión tan sincera de su amigo, sonrió levemente y aceptó la invitación de Tanjiro. Ambos se dirigieron a un banco cercano, donde se sentaron a descansar mientras Senjuro comenzaba a relatar lo que había estado dándole vueltas en su mente.

— Hoy... hoy mi padre trajo a una mujer a casa —comenzó Senjuro, mirando al suelo mientras sus palabras salían con dificultad. — Es muy parecida a mi madre, en cuanto a su aspecto, pero... no sé, algo en ella no me da buena espina. Siento que su presencia es diferente, y no puedo dejar de pensar en lo que eso significa.

Tanjiro, que hasta ese momento había estado mirando a Senjuro con una expresión atenta, frunció ligeramente el ceño. No sabía exactamente qué decir, pero trató de ser lo más comprensivo posible.

— No estés tan triste, Senjuro. Es algo normal, supongo. Quizá tu padre está intentando encontrar una forma de seguir adelante... tal vez esto ayude a que él deje de beber, ¿no? —dijo Tanjiro, tratando de encontrar una forma de consolarlo, aunque sabía que no tenía una respuesta definitiva para lo que su amigo estaba sintiendo.

Senjuro levantó la mirada, encontrando en los ojos de Tanjiro una expresión de sinceridad y preocupación, pero también de optimismo. Aunque las palabras no solucionaban sus inquietudes, la compañía de su amigo le traía un poco de alivio.

— Tal vez... —respondió Senjuro en voz baja, mientras su mente seguía dando vueltas a la situación. ¿Qué haría Kyojuro al enterarse de esto? ¿Se enojaría? ¿Cómo reaccionaría?— No estoy seguro de cómo Kyojuro se tomará esto... apenas acaba de regresar de su descanso, y no quiero preocuparlo con algo como esto.

Tanjiro, al ver la preocupación en los ojos de Senjuro, trató de cambiar de tema para darle un respiro.

— ¡Oh! Ya sé, me enteré de que Kyojuro está descansando. Hace un gran trabajo como Pilar, ¡es un gran tipo! —dijo Tanjiro mientras se levantaba del banco, decidido a poner fin al tema. — Vamos, vamos a comer algo, ¡te hará sentir mejor!

Senjuro no pudo evitar sonreír ante el entusiasmo de Tanjiro. Ambos se dirigieron a un pequeño puesto de comida en la calle y se sentaron a disfrutar de una comida sencilla pero reconfortante. Mientras comían, Senjuro se sintió más relajado, aunque en su mente seguían flotando las preguntas sin respuesta sobre el futuro y el lugar que ocupaba esa mujer en la vida de su padre. Pero por ahora, al menos, podía disfrutar de la compañía de su amigo.

Al terminar de comer, Tanjiro se ofreció a acompañarlo hasta su casa, preocupado por su seguridad. Aunque Senjuro trató de restarle importancia al asunto, agradeció el gesto. Cuando llegaron a su hogar, la oscuridad ya se había instalado por completo, y el aire fresco de la noche traía consigo una calma extraña. Los dos se despidieron con un abrazo, y Senjuro, al entrar en su casa, notó que no había nadie allí. Se sintió algo vacío por dentro, pero decidió no pensar más en ello.

Se dejó caer en su cama, dejando que el peso del día lo invadiera por completo. La conversación con Tanjiro, aunque reconfortante, no pudo borrar la sensación de incertidumbre que lo aquejaba. Cerró los ojos, deseando que el sueño le trajera, al menos por unas horas, un respiro de paz en medio de la tormenta de sus pensamientos.

━ 𝕮uando 𝕹os 𝕱lechamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora