cap- 14

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La tensión que se había acumulado en la casa parecía no desvanecerse con facilidad. A pesar de los intentos por calmar a Senjuro, el joven no lograba encontrar la paz. Había estado guardando su temor durante días, pero finalmente, la angustia que sentía lo empujó a hablar. Esa mañana, después de varios días de silencio, encontró las palabras adecuadas mientras sostenía con fuerza la ropa de su hermano, evitando cualquier mirada directa. Su voz temblaba, pero aún así, consiguió que sus palabras fluyeran.

—Durante varias noches... sentí que me observaban —comenzó, mirando al suelo con la vista fija, como si las palabras no pudieran salir de otra manera—. No dije nada porque no quería causar un escándalo, pero esa madrugada, sentí como si alguien estuviera entrando. Me desperté y vi a la tercera luna, Akaza. Me dijo que vengaría su derrota conmigo... o con nuestro padre.

El silencio que siguió fue absoluto. Ni Kyojuro ni Shinjuro sabían cómo reaccionar ante tal revelación. La incredulidad llenaba la habitación mientras las palabras de Senjuro se asentaban lentamente en sus mentes. ¿Cómo era posible que un demonio de tal rango, hubiera entrado en su casa sin que ellos se dieran cuenta? Era un golpe bajo, un ataque directo e inesperado. La sensación de vulnerabilidad golpeó a ambos cazadores con fuerza, especialmente a Kyojuro, quien no podía creer que, a pesar de su dedicación a proteger a su familia, algo tan peligroso pudiera haber llegado tan cerca.

Kyojuro, incapaz de mantenerse inactivo ante tal amenaza, reaccionó rápidamente. Aunque aún no estaba completamente recuperado, su prioridad era la seguridad de su hermano y su padre. Con determinación en su rostro, decidió tomar cartas en el asunto. Sabía que, en su estado, no podía enfrentarse a un demonio de la talla de Akaza. Así que, sin dudarlo, partió en dirección a la sede de los cazadores, donde el líder Ubuyashiki podría ayudarle a obtener refuerzos.

—Señor... necesito su ayuda. La situación es grave —dijo Kyojuro en cuanto se encontró con Ubuyashiki. Su voz mantenía la calma, pero había un firme toque de preocupación que no pudo ocultar—. La tercera luna se presentó ante mi hermano y le dejó una amenaza. Necesito que otro pilar se quede con nosotros, ya que, en el estado en el que me encuentro, no podré luchar con la eficacia habitual.

El líder de los cazadores lo miró con serenidad, como siempre, pero no era difícil notar que la preocupación también estaba presente en su rostro. No había duda de la gravedad de la situación.

—Claro que sí —respondió Ubuyashiki, con una calma casi imperturbable—. No dejaré que le pase nada a uno de mis ex pilares. Enviaré a Giyuu Tomioka. Espero que, si Akaza vuelve a aparecer, ustedes puedan derrotarlo.

Kyojuro asintió con agradecimiento y, tras el breve intercambio, se dio la vuelta para regresar rápidamente a su finca. Al llegar, se dio cuenta de que Giyuu ya había llegado antes que él. Estaba de pie frente a la entrada, esperando en silencio. Kyojuro apuró el paso, aliviado de ver que el pilar del agua ya estaba allí para ayudarle.

—Perdón por hacerte esperar —dijo Kyojuro mientras abría la puerta—. Mi hermano debe estar dormido, por eso no te han abierto.

Con un leve toque de vergüenza, Kyojuro dejó pasar a Giyuu, y, al entrar, no pudo evitar dar un grito alegre, como siempre lo hacía. Fue suficiente para que Senjuro, al escuchar su voz, saliera apresuradamente de la habitación. Con un movimiento rápido, lo abrazó, besando su mejilla con ternura.

Sin embargo, al ver esta escena, Giyuu se sintió un poco desconcertado. La cercanía entre los dos hermanos lo hizo preguntarse si había algo más detrás de esa relación. Unos segundos de duda pasaron por su mente, pero pronto se sacudió y decidió ignorar lo que había visto. Era mejor no hacer suposiciones, y mucho menos en ese momento, cuando una amenaza tan grave pesaba sobre ellos.

Senjuro, después de abrazar a Kyojuro, se alejó un poco, fijando su mirada en Giyuu. Lo observó detenidamente, notando las diferencias con su hermano: Giyuu era todo lo contrario a Kyojuro. Mientras Kyojuro era extrovertido, alegre y lleno de energía, Giyuu era más reservado, serio, casi distante. Sin embargo, algo en él despertó la curiosidad de Senjuro, quien, con una leve sonrisa, se acercó para saludarlo.

—Buenas tardes, ¿usted es el Pilar del Agua? Es un gusto conocerlo —dijo, haciendo una ligera reverencia en señal de respeto.

Giyuu asintió con la misma calma de siempre, su rostro impasible ante el saludo de Senjuro.

—Claro, igualmente un gusto conocerte. Me quedaré aquí para cuidar a tu familia. El patrón no quiere que le pase nada a Kyojuro ni a los suyos —respondió Giyuu, su voz baja y solemne, como siempre. Era el mismo tono tranquilo y sereno que lo caracterizaba, una constante que resultaba tranquilizadora en medio de la incertidumbre.

Senjuro asintió y lo condujo a una habitación grande y bien equipada, adecuada para que Giyuu descansara y dejara sus pertenencias. Mientras tanto, Kyojuro se retiró por un momento, dando espacio para que ambos hombres se acomodaran. La casa, a pesar de la situación tensa que vivían, aún conservaba una atmósfera de calma y familiaridad.

Esa noche, cuando el llamado de Senjuro llegó para invitar a Giyuu a la cena, ambos se reunieron en el comedor. Giyuu, siempre serio y callado, comió en silencio, observando a los hermanos. Había algo en su comportamiento que le parecía... especial, pero a la vez extraño. Los veía reírse y charlar con naturalidad, como si nada hubiera pasado, pero también había algo en sus interacciones que le desconcertaba. ¿Era simplemente una relación fraternal, o había algo más entre ellos? Giyuu no sabía, pero estaba decidido a descubrirlo con el paso de los días.

En el fondo, sabía que su misión era protegerlos, y todo lo demás debía esperar. Sin embargo, el comportamiento de los dos hermanos seguía rondando en su mente. Mientras la noche avanzaba, Giyuu se acomodó en la habitación que Senjuro le había asignado, sin dejar de pensar en lo que había observado. Estaba decidido a cumplir con su tarea de protegerlos, pero también sabía que en los días venideros, las respuestas a sus preguntas podrían llegar, y tal vez no todas serían fáciles de aceptar.

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