Los días parecían desvanecerse con la misma rapidez con la que Giyuu fue adquiriendo el permiso del patrón para convocar a cualquier Pilar en caso de que la Luna Superior hiciera su aparición. Desde ese momento, el peso de la responsabilidad se hizo más palpable, y la sensación de que algo oscuro se cernía sobre ellos nunca desapareció del todo. Cada día que pasaba parecía estar marcado por la constante tensión, como si las sombras del pasado se alargaran más y más. No sabían cuándo Akaza volvería a aparecer, pero la inminencia de esa amenaza lo hacía sentir tan cercano, como una marea oscura que subía poco a poco.Finalmente, una noche fría y densa, la pesadez de la oscuridad se sintió aún más presente. Giyuu, Kyojuro y Senjuro estaban en la finca de los Rengoku, intentando descansar después de una jornada agotadora. Pero, como si el destino hubiera planeado todo, una vez más el grito aterrador de Senjuro rasgó la quietud de la noche.
Fue un grito profundo, lleno de miedo, y eso bastó para que los dos pilares comprendieran al instante lo que estaba sucediendo. Sin pensarlo, ambos saltaron de sus camas, corrieron por los pasillos de la finca, los latidos de sus corazones resonando como un tambor en sus pechos. La sensación de urgencia era palpable. Akaza ha vuelto, pensó Giyuu, y no podía dejar de pensar en lo que había sucedido la última vez que el demonio había atacado. Esta vez, no podían permitirse fallar.
Cuando llegaron a la habitación de Senjuro, lo que vieron les heló la sangre. Akaza estaba allí, una figura imponente, como una sombra oscura que parecía absorber la luz de la habitación. Giyuu y Kyojuro se lanzaron hacia él con una velocidad que parecía sobrehumana. El sonido del metal chocando fue como un estruendo en la quietud de la noche, las espadas de los dos pilares brillaban en la oscuridad mientras se abalanzaban sobre el demonio. El combate comenzó en un parpadeo, y en un abrir y cerrar de ojos, Akaza fue arrastrado hacia el exterior de la casa, donde el enfrentamiento continuó.
El aire estaba tenso, cargado con la brutalidad de la pelea. Los dos combatientes se movían con una sincronización perfecta, unida por la determinación de acabar con el demonio que había atacado a Senjuro. Las espadas de Giyuu y Kyojuro chocaban contra Akaza con fuerza, el sonido metálico resonando en el aire frío. Los latidos de sus corazones iban al mismo ritmo, acelerados, como si los tres estuvieran luchando no solo por su vida, sino también por la vida de quienes amaban. El miedo se hacía presente en cada golpe, pero también la esperanza. ¿Realmente estaban enfrentándose a la Tercera Luna Superior? La pregunta rondaba en la mente de Giyuu, como un pensamiento tan surreal que no podía comprenderlo del todo. Sin embargo, allí estaba, luchando contra un demonio que parecía más poderoso de lo que cualquier ser humano podría imaginar.
Mientras tanto, Senjuro, aún aterrorizado por lo que veía, no se quedó atrás. Aunque su cuerpo aún dolía por las heridas previas, no podía quedarse de brazos cruzados. Corrió hacia donde su padre estaba, tomándoselo con determinación, no solo como su hermano mayor, sino como un guerrero, dispuesto a defender lo que más quería. Agarró su katana con firmeza, y aunque el recuerdo de tantos años sin luchar lo hizo vacilar por un momento, su instinto lo guiaba. Las viejas posturas y movimientos, aquellas enseñanzas que su padre le había dado, lo llenaron de confianza. Al fin, pudo unirse a la pelea. No podía quedarse atrás, pensó. Tenía que ser parte de la lucha.
Giyuu, desde el primer momento, había trazado un plan. No iban a rendirse, no tan fácilmente. Su objetivo era aguantar hasta el amanecer, hasta que el sol saliera, porque si lograban derrotar a Akaza antes de que eso sucediera, la victoria sería aún más grande. Pero sabía que esto no sería fácil. La luna que enfrentaban era más poderosa de lo que habían esperado. La batalla se extendió durante horas, un enfrentamiento sin descanso, en el que tanto los cazadores como el demonio dieron todo lo que tenían. Cada golpe de espada, cada movimiento, estaba impregnado de la fuerza de sus deseos de proteger a quienes amaban.
Finalmente, cuando parecía que la lucha ya no podía continuar por más tiempo, Akaza, exhausto y herido, intentó huir. Pero Giyuu fue más rápido. Con una habilidad que parecía desafiar las leyes del tiempo, su katana se dirigió hacia el demonio, cortándole el paso. En ese momento, Kyojuro, con una determinación implacable, acercó su espada al cuello de Akaza. La escena fue casi cinematográfica: el demonio atrapado, sus ojos llenos de rabia y miedo, mientras el amanecer comenzaba a teñir el cielo de tonos cálidos.
Fue entonces cuando la luz del sol empezó a romper la oscuridad, como una fuerza imparable que devoraba todo a su paso. El cuerpo de Akaza comenzó a deshacerse ante ellos, como si el sol fuera una condena final para un ser que se había creído inmortal. Los cazadores observaron, con una mezcla de alivio y agotamiento, cómo la figura del demonio se desvanecía, devorada por la luz.
Los tres se desplomaron en el suelo, agotados, respirando con dificultad. Las heridas les dolían, pero sabían que la batalla había terminado. Al fin, el silencio se apoderó del campo de batalla. Giyuu, con esfuerzo, ayudó a Kyojuro a levantarse y a sentarse. Los enfermeros llegaron rápidamente, sorprendidos y alarmados por el estado de los tres. Con habilidad y calma, comenzaron a atender sus heridas, las cuales, por suerte, no eran tan graves como habían temido en un principio. Sin embargo, el cansancio de la batalla los había dejado exhaustos, y la sensación de que todo había acabado aún estaba en el aire.
Senjuro, que había permanecido en su escondite, salió con cautela. Sus ojos brillaban con temor, pero al ver que los tres cazadores estaban a salvo, una sonrisa ligera se dibujó en su rostro. Corrió hacia ellos, y sin pensarlo, los abrazó con fuerza. Lágrimas de miedo y preocupación aún recorrían su rostro, pero al ver que estaban bien, pudo finalmente relajarse un poco. El peso de la noche había desaparecido, y la sensación de alivio era indescriptible.
—Lo lograron... —murmuró Senjuro entre sollozos, aferrándose a ellos con todo su ser.
Kyojuro sonrió con cansancio, abrazándolo con suavidad.
—Estamos bien, Senjuro. Gracias por estar aquí. Lo hicimos juntos.
En ese momento, Giyuu observó a los dos hermanos, sabiendo que, aunque la victoria en esta batalla había sido suya, aún quedaban dos lunas por derrotar, y el rey de los demonios. Pero por ahora, había un pequeño respiro. Los Rengoku tendrían paz por un tiempo, algo que todos ellos necesitaban más de lo que podían imaginar.
Y mientras descansaban, sabían que la lucha no había terminado. Pero algo había cambiado en ellos, algo que les daba fuerzas para seguir adelante. Juntos, pensaron, no hay demonio que pueda detenerlos.
El sol ya había salido por completo, y con él, una nueva esperanza.
Cuando todo se calmo unas horas después Senjuro y kyojuro juntos en una habitación empezarón a hablar hasta que de un momento a otro un beso se interpuso en esa platica, poco a poco aquel beso inocente se fue haciendo cada vez más intenso, los toques empezaron a hacer aparición, la mano fría de Kyojuro recorrió el cuerpo de Senjuro sin vergüenza alguna, hasta que la situación escalo aún más dejándolos a los dos en la cama, con la excitación a flor, iban a hacer lo que habían estado aguantando por mucho tiempo, así que sin desaprovechar ningún momento empezaron sin tener remordimiento.
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━ 𝕮uando 𝕹os 𝕱lechamos
Ciencia FicciónSus ojos se cruzaron junto con sus deseos más íntimos, sin poder evitar mirarse con deseo. Cupido les hizo una jugada mala y ahora su relación cambiará drásticamente, las flechas llegaron al unísono a sus corazones apagados que ahora una fuerte lla...