t r e c e | acorralado

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baby ya no puedo adivinar tus intencione'
pero cuando me mira' suben las revolucione'

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—¿alguna vez hay estao' apunto de comerte con alguien pero al final no pasa na' y te quedai con unas ganas horribles de hacerlo?—le pregunté a la lia mientras me echaba el coyac a la boca. me rasqué el cuello distraídamente, esquivando su mirada inquisidora.

agarró un vodka para después inspeccionar a nuestros alrededores y siguió hurgueteando  entre la diversidad de alcohol que había.

—jamás. nunca me he quedado con las ganas, siempre me he comido lo que he querido—se pavoneó meneándose burlona.

puse los ojos en blanco.

—hablo en serio—me amurré.

—yo también—me sacó la lengua—. aunque... quizás alguna vez, cuando era más chica, ¿por qué? ¿estuviste a punto de comerte con el uriel?—movió sus cejas de forma divertida.

sí, pero no sólo con él, con el matías también.

al quedarme en silencio pensando cómo decirle aquello, la monse terminó por aparecerse con un santa elena en la mano.

—¿estamos listas?—abrazó el vino bajándose las gafas de sol que llevaba.

ambas asentimos.

—la lia muestra su carnet—la apunté, era la única de las tres que ya había cumplidos los dieciocho. aparte tenía onda con el loco que estaba en la caja, así que estábamos ready.

—igual yo me conseguí uno falso—nos contó la monse volviendo a acomodarse las gafas.

—wena po' mclovin—me reí bajito.

—yo soy mclovin, sí—se apuntó con una sonrisa de lado.

ambas la empujamos entre risas y continuamos el camino para ir a pagar, habíamos hecho una vaquita antes de venir pa' no llegar al carrete con las manos vacías, haciendo así nuestro humilde aporte.

junto con la monse esperamos a la lia afuera, se sentía igual como tener una sugar mommy.

—¿por qué tengo la corazonada de que te estai llevando mejor con el matías?—indagó recelosa después de un rato solas.

me quedé quieta, enarcando de a poco las cejas. 

—son ideas tuyas—hablé después de sacarme el coyac de la boca—. seguimos igual que siempre nomás, sólo que ahora es mi cupido personal—me reí ante el término final.

—¿cupido personal?—repitió con una mano en su cadera.

—me está ayudando a pelarme con el uriel—me encogí de hombros—, ¿podís creer que me dijo que era muy pollita?

—tan perdio' no está tampoco—se mofó divertida, a lo que abrí mi mandíbula ofendida—, pero es lo bonito de ti. a mi me encanta, si erís tan tierna hueona—apretó mis cachetes para después darme un abrazo apretado. fruncí los labios, pero me aproveché para darle de vuelta un abrazo de oso. la monse no era mucho de apego físico, por lo que oportunidades como esta no se veían todos los días.

—pesáa—lloriquee cuando se alejó de mí.

—¿y por qué tanto interés por ayudarte?

—me lo debe.

—¿por lo del celu?

asentí—y mi jugo—recordé como protesta.

—¿y en qué consiste su ayuda?—se interesó, sin embargo apenas la oí, una lluvia de flashbacks se acumularon en mi mente, recordando todos los momentos que habíamos protagonizado juntos desde que acepté cuidar a su gatito; desde la uva que compartimos, hasta la vez que dejó besos en mi cuello. 

CatsitterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora