s e i s | repitamos

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tienes lo que yo quiero pero no
se muy bien como llegar a ti

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katia


activé la cámara de mi celu enfocando al kai, quién me observaba curioso, olfateando con su nariz rosada. me reí y le hice una sesión de fotos para después subirlas a las historias de mi ig. ronroneaba cuando lo acariciaba y su momento favorito del día era cuando le daba churu. escuchábamos música juntos, y también veíamos tele, le decía cuánto odiaba a su dueño y se lamía las patitas mientras le contaba mis problemas existenciales. lloriquee por el uriel y él se acurrucaba en mi regazo como de costumbre.

—tan insoportable, ese gusto de ponerme nerviosa... no lo entiendo, ¿por qué me molesta?—pensé en voz alta acurrucada en el sillón junto al kai. había estado gran parte de la tarde pensando en el matías y en lo que había pasado hoy en el colegio. esa forma de acorralarme..., de acercarse a mí, su respiración tan cerca de la mía, su olor fresco y varonil dejándome atontada. ¿por qué se burlaba de mí así? y es que de sólo pensarlo me hacia enojar de sobremanera. ¿quién chucha se creía? era un pelao de pacotilla.

por ningún motivo podría aceptar su ayuda, ni en mil años, me negaba rotundamente. éramos polos opuestos por donde se nos viera y jamás podríamos mantener un tipo de acuerdo, prefería que no me debiera nada.

y limitarme sólo a ser quién cuidaba de su gatito y su compañera de electivo.

—kai—lo nombré pero no pescó—
¿crees que el uriel pueda llegar a quererme?—pucheree triste.

sé que me enrollaba sola, pero llevaba tantos años en la misma, que me desesperaba no saber qué mierda hacer, ni qué pasos tomar, como si estuviera perdida. sabía que el uriel me daba señales, pero eran confusas, y terminaba siempre en el mismo punto de partida. mis sentimientos se incrementaban, pero la pena también se hacía una junto a ellos, y las cosas no parecían querer cambiar entre nosotros, o al menos, no hasta que algunos de los dos diera el paso. me intrigaba tanto al menos tener una pequeña noción de sus sentimientos, pero ni eso existía para mí.

batallaba todos los días conmigo misma para poder demostrar un poquito más cómo me sentía, pero la timidez siempre me ganaba, y me impedía fluir como realmente anhelaba. los nervios cuando lo tenía en frente me comían entera, y el latido de mi corazón desenfrenado me terminaba desconcentrando. 

qué frustrante. 

el kai maulló, lo que causó que saliera de mi trance.

—¿tienes hambre?—movió su cola y se alejó de mí para posteriormente bajarse y caminar con elegancia el pasillo. lo seguí.

se metió a la cocina y quedó viendo su pocillo.

entendí el mensaje y busqué en el closet de las arenas su saco de comida. le serví una porción considerable y luego lo dejé comer tranquilo.

eran tan cute que me daban ganas de llenarlo de besitos.

comía lentito y de vez en cuando me miraba.

le dedicaba sonrisas cuando lo pillaba con sus ojitos puestos en mí.

—¿está rico?—le hablé con voz suave.

solté una risita y desaparecí de la cocina, había pensado en ir nuevamente a echarme al living, pero después de lo que había pasado ayer ni cagando me arriesgaba de nuevo. tenía que mantenerme en movimiento si no quería dormirme nuevamente, y empezar también a dormirme más temprano, porque así como iba, no aguantaría mucho.

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