Primera parte

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Primera parte: Nacimiento
Capítulo I

El primer llanto de los niños siempre se recuerda porque es el aviso de vida al salir del vientre de su madre, es la primera reacción al sentir cómo las vías respiratorias se expanden; ruidoso, así fue el primer llanto de Pilar, sólo que ella no recuerda aquel grito de la habitación, ¿Cómo iba a recordarlo? Eso fue hace muchos años atrás.

El llanto avivó el rostro de Ivana, tumbada en la cama, desesperada por aquella experiencia dolorosa. En algún momento ella había pensando "Parir es horrible", las primerizas siempre lo dicen, y las experimentadas también.

Pero para Ivana fue gratificante cuando aquella bebé que había tenido en su vientre por nueve meses finalmente había salido. Miró hacia los lados, sudada, buscando a su bebé. Una mujer con vestido blanco sucio tenía a la bebé entre sus brazos, húmeda y cubierta de sangre. La bebé seguía llorando a todo dar, como si estuviera avisando: Estoy aquí, ¡Estoy aquí!.

—¡Es una niña! — gritó con emoción la mujer, mientras el doctor (vestido de blanco y con escaso cabello) miraba a la bebé en brazos de aquella mujer — ¡Es una niña, Ivana!.

Ivana estiraba su cuello para alcanzar ver a esa criaturita que podía decir que era suya, porque ahora podía decirlo, ¿Verdad?. Aquella mujer caminó hasta lado de Ivana, mirando a la bebé mientras le hacía cariño, y la pequeña no paraba de llorar. La mujer tenía un rostro resplandeciente. Bajó cuidadosamente a la bebé para darla en los brazos de Ivana, quien estaba ansiosa de tener a su hija en los brazos.

Nueve meses, después de nueve meses al fin podía tener a su hija en los brazos, después de tanto tiempo podía tocarla. No pudo aguantar la emoción y su pecho comenzó a agitarse, aunque también se debía al cansancio. Los ojos de Ivana comenzaron a derramar delicadas lágrimas de felicidad, y su sonrisa victoriosa brillaba al ver a su hija en sus brazos. Estaba tan feliz, un sentimiento que no podía explicar con palabras. Y lo supo, claro que lo supo, esa niña era de ella, podía decir que esa niña era de su pertenencia. Podía decir que era su hija.

—Es tan pequeña. — susurró.

Y lo era. Se veía tan pequeña en sus brazos, y le dió ternura ver cómo la niña lloraba. Ivana no pudo explicar como fue que su hija comenzó a tranquilizarse. En algún pequeño lugar de su mente había pensando que era por el calor de madre, pero más allá de eso, quería creerlo.

¿Ella es mía? Aún no podía comprender el sentimiento cuando la puerta de madera se abrió en la habitación.

Ivana volvió la mirada a la entrada, viendo al hombre, el hombre que era su marido, el padre de su hija. La mirada de Ivana dejó salir una sonrisa esperanzada al ver a su marido, porque sabía que él también estaba ansioso del nacimiento. Philip, alto y moreno, había entrado en el cuarto. Se le había dicho que esperara afuera para no complicar el parto, pero cuando escuchó el primero llanto todo su cuerpo comenzó a moverse de un lado a otro, como si fuera un terremoto. No pudo aguantar mucho, él era el padre, él también quería conocer a su hijo y tenerlo en sus brazos.

Philip aún asombrado comenzó a acercarse hasta la cama, sintiendo como sus piernas flaqueaban, pero claro, eso era algo que él nunca le diría a nadie. Ivana le había estado sonriendo todo el trayecto, pero él no se fijó en ella, Philip ahora sólo quería ver a su hijo, a su pequeño, al niño que tanto había esperado desesperadamente.

—Ya nació — dijo Ivana, aunque fue algo estúpido porque eso era más que obvio, sin embargo, ni ella ni Philip lo notaron —, es de nosotros, es nuestra.

Philip apenas y podía prestar atención a las palabras de Ivana, aún estando cerca sentía como si su mujer y su hijo se alejaran. Ivana sonriente, mostró a su niña a su padre, y con una voz satisfactoria dijo:

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