Capítulo XII

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Dos años

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Dos años. Habían pasado dos años desde que aquella discusión sucedió en el comedor de la casa de los Hill.

Pilar ya tenía 9 años, y Homer 8.

Dos años donde se había hecho cumplir lo que Philip había ordenado aquella vez.

El padre de los niños les había ordenado, o mejor dicho, les había impuesto que ya no podrían pasar tiempo juntos, y así fue al principio. El miedo que ambos sentían era demasiado, y no querían que algo parecido o peor de aquella noche volviera a suceder. Por eso, seguían las normas de Philip, pero claro que eso sería imposible por el resto de la vida. Ambos eran hermanos, estudiaban en la misma escuela, y lo más importante de todo, vivían en la misma casa. Sólo era cuestión de tiempo que volvieran a pasar tiempo juntos.

Por supuesto, tenían que hacerlo a escondidas de Philip, su mamá los ayudaba, ella era la que estaba más atenta de que Philip no apareciera. La mayor parte de tiempo que pasaban juntos era en casa después de la escuela, cuando Philip trabajaba. Aprovechaban ese tiempo al máximo. Ivana les había recomendando que no hablaran en la escuela, ya que había muchas personas que podían delatarlos sin querer.

Mientras, Homer siguió yendo a las clases de fútbol, y aunque en aquel tiempo para él hubiera sido imposible, había mejorado mucho. Se había vuelto uno de los mejores del equipo, pero eso no significaba que le gustara el fútbol, aún lo seguía detestando como la primera vez.

Poco a poco ellos se iban volviendo a acercar, y Philip entendía que al ser hermanos algún día tendría que pasar, así que ya podían estar juntos estando el en casa, aunque no como antes.

—Tengo hambre. — anunció Pilar entrando a la casa, delante de Ivana y Homer. Su mamá soltó algunas risas.

—Yo también tengo hambre.

—Bueno, entonces yo voy a cocinar, y ustedes vayan a hacer la tarea.

Los niños accedieron y se sentaron en la mesa de la sala, ni siquiera se preocuparon por quitarse el uniforme, tenían prisa. Ellos compartían unas que otras risas de cosas que decían, y jugaban dándose leves golpes, hasta que escucharon como la puerta de la entrada sonó al abrirse. Ivana estaba en la cocina, y en casa no había nadie más que ellos, así que sólo podía significar algo: Philip había llegado, mucho más temprano de lo usual.

Los niños se dejaron de reír al instante, volvieron a su tarea. La tensión entre ellos había aumentado, incluso sus miradas habían cambiado por completo. Sus ojos chicos, bocas inquietas y las manos les temblaban. Ojalá que su papá no los haya visto, pensaban. Es cierto que Philip ya estaba acostumbrado a verlos juntos y a jugar de vez en cuando, sin embargo, nunca se sabía que era lo que lo haría enojar la próxima vez, así que preferían abstenerse.

—Llegué. — avisó después de cerrar la puerta.

—¿No llegas más temprano hoy?. — preguntó Ivana desde la cocina.

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