Capítulo IX

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Homer nunca había estado en un equipo de fútbol, por lo tanto, no sabía que debía llevar

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Homer nunca había estado en un equipo de fútbol, por lo tanto, no sabía que debía llevar. Su padre dijo que se prepara, pero no sabía como. Lo único que metió en su mochila fue una toalla y agua. Tampoco le enseñó a Philip que era lo que llevaba, y el mayor tampoco se había preocupado por preguntarle, y así era mejor. No quería saber cuál sería su reacción si se entera que no sabía como prepararse.

Iban tomados de la mano. Delante de Philip, Homer parecía una hormiga. Con Homer era muy diferente, Philip era mucho más atento. Incluso sonreía con él, se tomaban de las manos al caminar, y eso era increíble. Sin embargo, con Pilar no era así.

Habían viajado en el carro hasta el pueblo, cosa que le pareció extraño pero emocionante a Homer, dado que muy pocas veces usaban el auto. Cuando llegaron Homer se había quedado asombrado, con la boca abierta.

Era un campo de fútbol, y no es que sea muy grande, tampoco se podía decir mediano, pero era la primera vez que Homer veía uno. Habían algunos carros estacionados cuando caminaban para poder entrar, y cuando lo hicieron, Homer pudo ver mejor a los demás niños dentro del campo. Todos llevaban un uniforme azul con blanco.

—Philip. — saludó uno de los hombres que estaban en las gradas.

—Hola.— Philip se acercó a ellos tomándole la mano a su hijo.

—Llegas a tiempo. Minutos más tardes y no lo logras. — dijo un hombre con más peso que Philip, pero no mucho. El tono de aquel hombre era muy risueño.

—Tuve un problema antes de venir. — Philip dio una leve sonrisa. Homer se quedó viéndolo, y recordó que más allá de su faceta que lo golpeaba, su padre siempre ha sido alguien agradable.

—¡Hey! — se acercó otro joven, al parecer más joven que Philip, y estaba en forma — ¿Con que este es el pequeño Homer?.

El hombre también llevaba un uniforme, aunque era de colores diferentes que el de los niños. Algo que también llamó la atención de Homer fue el silbato que colgaba de sus hombros y caía por el pecho.

—Soy el entrenador del equipo, Reggie, tu padre me ha contado mucho de ti. — Reggie se agachó un poco apoyadose de sus rodillas para estar a la altura de Homer, que era bastante pequeño — Lograremos grandes cosas juntos. Puedes entrar y pronto iré contigo para darte un uniforme.

Homer miró hasta arriba para poder ver el rostro de su papá, quién le había asentido con una sonrisa. Homer le soltó la mano y se dirigió hasta dentro del campo.

—No te preocupes — Reggie se puso derecho —, ya verás que será bueno.

—Claro. — Philip tomó asiento entre los hombres que estaban en las gradas, mientras que Homer luchaba para colocarse el uniforme.

Philip cruzó sus manos, y en otra ocasión tal vez se hubiera concentrado mejor en el juego, pero su mente estaba en otro lado: en Ivana, su esposa.

Recordó que la mañana de ese día no había sido muy atenta ni cariñosa como lo es siempre, y antes de venir al campo de fútbol había rechazado su abrazo. La expresión del rostro de ella tampoco parecía de las más felices.

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