Capítulo XV

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Los salones de la escuela donde los niños estudiaban estaban congestionados

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Los salones de la escuela donde los niños estudiaban estaban congestionados. En el salón donde Pilar veía clases los niños iban de un lado a otro, aprovechando que el profesor había tenido que salir. Cuando el gato no está los ratones hacen fiestas, suelen decir.

Pilar era de los pocos alumnos que estaban sentándose en sus asientos, enfocada en escribir algo en su cuaderno. No porque Pilar fuera una estudiante espectacular, con una moral estudiantil firme; sino porque el profesor había dejado encargado el terminar algunos ejercicios de matemáticas mientras él no estaba, y los que los hicieran tendrían algunas ventajas, y eso a ella le llamaba la atención.

Los otros niños, que terminaron los ejercicios o algunos simplemente se rindieron, reían a todo dar, lo que hacía que Pilar se apresurara. Ella también quería divertirse, pero rendirse no era una opción. Pero eso no quería decir que pudiera tomarse un descanso pequeño, sólo para revisar su alrededor y saber que pasa, ¿Verdad?.

Pilar levantó la cabeza de su cuaderno y exageró el alivio de su cuello, cerrando los ojos y dando un largo y áspero suspiro. Miró a sus alrededores con mucho cuidado, como si se tratará de una misión secreta para salvar al mundo entero; si la descubrían, sería el fin de la humanidad.

Primero observó el pizarrón que tenía al frente, dónde reposaban los ejercicios de matemáticas; que por cierto, estaban muy torcidos. Luego miró a los niños que estaban sentados en sus pupitres, esos niños eran sus compañeros en esa misión de vida o muerte. Entre ellos estaban agentes de mayor rango, quienes eran los niños más inteligentes del salón, y los demás, los que eran como ella. Luego fue girando su vista hasta el sonido más llamativo, las risas.

En el rincón del salón había un grupo de niños, todos hombres, quienes reían estrepitosamente quien sabe porque. Seguro la mitad de ellos no terminaron los ejercicios, pensó Pilar, ellos apenas eran agentes novatos. Sin embargo, eso no le prohibía a ella pasar tiempo con ellos, y esas risas eran demasiado contagiosas, como un virus. Virus de la risa y diversión, pensó. Después buscó en el salón a ciertas personas, las más importantes para ella, sus amigas. Ellas estaban en el otro extremo de los chicos, y a diferencia de ellos, las niñas estaban en más silencio, aunque se reían y de vez en cuando alzaban sus voces.

Parecían que estaban jugando algo con sus libretas, y Pilar las miró con mucho cariño y afán, ella a pesar de querer divertirse con los niños y contagiarse de ese fabuloso virus, quería pasar tiempo con sus amigas. Pilar era una combinación extraña, llena de adrenalina pero también de tranquilidad. Tal vez, sólo tal vez, sus amigas se animarían a jugar cosas más movidas, porque a veces jugar lo mismo todo el tiempo cansa.

Una de las niñas observó hacia delante captando la mirada de Pilar, a lo cual Pilar sonrió con fuerza y saludó con la mano, más su saludo no fue correspondido. La niña alejó la mirada con brusquedad y se podía notar su incomodidad. La niña mantuvo la vista alejada de esa dirección, más sin embargo se notaba el esfuerzo por hacerlo. La sonrisa de Pilar cayó para dar paso a la confusión, y tuvo el impulso de levantarse de la silla e ir junto a ellas y saber que pasaba, pero antes de poder tener la voluntad para hacerlo, el profesor había llegado.

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