Capítulo XXIII

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No había nadie en casa

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No había nadie en casa. El silencio que se podía generar cuando la casa estaba sola era ensordecedor, y eso le daba mucho miedo a Homer.

Pilar se había ido con Laila. Sus hermanos pequeños estaban en la escuela e Ivana había ido a hacer las compras. Ni siquiera un sonido de los grillos, no había absolutamente nada, y eso era simplemente terrorífico.

Por suerte, era la hora de la rutina de ejercicio de todos los días. La misma rutina aburrida y que tanto despreciaba, pero no había otra opción más que cumplirla. Debajo de un cielo azul con algunos rasgos grises, Homer se encontraba en el césped del patio haciendo los ejercicios, sudando, mientras pensaba.

Había logrado sobrevivir todos esos años, siguiendo al pie de la letra lo que su padre le decía. Hoy en día lo sigue haciendo. No había nadie en casa, y Homer quería poder estar con algún miembro de su familia, uno que no fuera Philip, por supuesto. Quería poder salir tan siquiera a ver los carros pasar, o escuchar los pájaros cantar. Quería ir más seguido a la playa quizás, o ir al parque con sus hermanos pequeños. Quería pasar más tiempo con Pilar en el trabajo de Laila. Quería hacer muchas cosas de las cuales pudiera sonreír, quería hacer muchas más cosas de las que ya había hecho. Quería hacer todas esas cosas antes de...

Su mente pareció haberse nublado por un momento, al igual que las nubes del cielo lo hacían poco a poco. Le pareció extraño, era febrero, casi no llovía en esa época del año. Quizás sea una nube, pensó, distrayendo su mente. Y cuando estaba terminando la rutina de las abdominales, escuchó unos pasos, por lo cual se detuvo para darse vuelta y ver quién era, aunque él ya lo sabía.

—¿Ya terminaste?. — preguntó Philip, que traía consigo algo en la mano que estaba cubierto con una manta blanca.

—Si, acabo de hacerlo. — Homer se puso de pies, sudado. Era más pequeño que Philip.

—Te has acostumbrado al entrenamiento más rápido de lo que esperaba. — ellos sabían que era porque Homer ya estaba acostumbrado hace tiempo a ese tipo de esfuerzo. Ambos sabían que al principio fue el mismo infierno, y que por eso se le hizo fácil, pero ninguno de ellos lo mencionó — Vamos a tener que aumentar el nivel entonces.

Philip pareció reírse, y Homer también lo hizo, aunque fue una risa falsa.

—Pero eso lo dejaremos para después, hoy haremos otra cosa.

—¿Otra cosa? — arrugó la frente. Se supone que la rutina ya acabó por hoy, pensó.

—De hecho, es algo que he estado posponiendo hace tiempo ya. Debí haberlo hecho antes. — Philip caminó un poco al frente y colocó la jaula en el piso — En el ejército no sólo basta con tener buena condición física, porque a veces eso puede fallar. Por eso hay que estar bien preparado.

Homer se quedó donde estaba, observando como Philip se agachaba y comenzó a revisar la caja misteriosa. Había confusión en su rostro.

—Es cierto que la fuerza es una gran ayuda pero, después de todo, la bala es más fuerte que el músculo. — hubiera parecido que Philip sonrió cuando dijo eso.

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