Capítulo VIII

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La mañana del sábado era fría, y el cielo mostraba sin ningún miedo un gris hermoso que se mezclaba por las ventanas, aunque era muy pronto para asegurar que llovería, después de todo Pilar y Homer sólo vieron el cielo por la ventana de su habitac...

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La mañana del sábado era fría, y el cielo mostraba sin ningún miedo un gris hermoso que se mezclaba por las ventanas, aunque era muy pronto para asegurar que llovería, después de todo Pilar y Homer sólo vieron el cielo por la ventana de su habitación, por las ventanas del comedor y la sala. Philip no se encontraba en casa, y eso en parte era un alivio para los niños.

Pilar se encontraba en la cama de abajo, que era la de Homer, pero como era la más fácil de usar estaba mayor parte del tiempo allí. Junto a ella, estaba Homer jugando con unos peluches muy pequeños.

A pesar de que el cielo era gris y el clima frío, había luz. Tal vez no era como la luz de todos los días, una luz cálida y fuerte que provocaba un calor intenso. A pesar de que esa luz no estaba esa mañana, la pálida luz que había permitía ver mucho mejor las heridas de Homer, que a comparación de ayer, se veían mejor y menos brutales.

—Ven. — Pidió Pilar, y Homer obedeció confundido.

Pilar tomó el rostro del pequeño con cuidado para no lastimarlo, y entonces lo confirmó. Gracias a la luz de esa mañana las heridas se podían ver mejor, y por alguna razón, como sino fueran gran cosa. Es como si la luz de la mañana quisiera ocultar la brutalidad, y ocultar las heridas. Sin embargo, eso no quitaba que estuvieran allí.

La mayor parte de los golpes que Homer recibió fue en la cabeza, y lo restante en la parte derecha del rostro. Eran unos pequeños hematomas, y uno que otros rasguños. Quizás, hoy ya no estaban tan inflamados como ayer por el descanso de la noche.

—¿Se ve muy feo? — el pobre de Homer estaba asustado.

—En comparación de ayer se ve mucho mejor. — Pilar ladeo la cabeza con una sonrisa infantil.

—¿Será que se curan antes de ir a la escuela?.

—Hmm... No lo sé. — Pilar pensaba de una manera bastante cómica; cerrando los ojos y moviendo la cabeza de un lado a otro — ¡Ah! ¡Ya se!.

—¿Qué?.

—¡Mi maquillaje!.

—¿Eh?.

Pilar se bajó de la cama y tomó el set de maquillaje para niñas encima de la repisa y lo puso entre sus manos, sonriendo, confiada.

—Haremos que esas heridas desaparezcan. — guiñó un ojo.

Homer se encontraba sentado en una de las sillas pequeñas que habían usado en aquella fiesta del té, mirando hacia al frente de un espejo. Estaba inmóvil. Mientras que Pilar se movía de un lado con algunos instrumentos en las manos, uno de ellos una esponja que pasaba cuidadosamente en el rostro de su hermano, que de vez en cuando se quejaba, y ella se disculpaba riendo.

—¿Si está funcionando?.

—Claro que si — Pilar se puso derecha —, no dudes de las habilidades de una mujer. — y volvió a inclinarse para seguir con su trabajo.

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