Capítulo XXIV

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Doble capítulo

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Monotonía. Todo se ha vuelto una maldita monotonía.

Todas las mañanas Ivana se levantaba más temprano que todos en casa, porque tenía que hacer el desayuno de todos. Pilar también se levantaba a ayudarla, pero una vez que Philip se iba de casa. En el proceso de hacer el desayuno, tenía que levantar a sus hijos pequeños para que vayan a la escuela. Ambos eran difícil de despertar.

Servían el desayuno, y Conny había desarrollado la manía de ayudarla a poner la mesa. Luego de eso, todos comían como una familia. Sí, como una familia.

Pronto Philip se iba a trabajar, Pilar también lo hacía, aunque su padre no lo sabía. Ni siquiera sus hermanos más pequeños lo sabían, era muy riesgoso. Entonces, ella tenía que llevar a Abby y a Conny a la escuela, como solía hacerlo con Pilar y Homer cuando tenían la misma edad que ellos. ¿Cuántos años habían pasado? ¿9 años? ¿10? Quizá eran más de 10 años, y últimamente todo eso está llegando a la mente de Ivana.

¿Qué era lo que Abby y Conny hacían en clases? Estudiar, suponía. Pero además de eso, ¿Qué era lo que hacían? ¿Qué era lo que Pilar y Homer hacían?.

Después, ella tenía que regresar a casa a hacer los quehaceres, o al menos parte de ellos, porque horas después, Pilar siempre regresaba para ayudarla, tal como Philip la había obligado todos estos años. Después de terminar su parte, salía a hacer las compras. Luego venía el almuerzo. Luego la cena. Luego dormía, y horas después, el ciclo se repetía. Un bucle sin fin. Era una maldita monotonía que Ivana odiaba. Una monotonía que seguramente la perseguirá por el resto de sus días.

Se miró en el espejo de su habitación, estaba más gorda que hace unos años. No tanto, pero sí que sus brazos eran muchos más rellenos al igual que su vientre. Su cabello ahora estaba corto, y su color rojizo intenso también había perdido un poco su vida. ¿Esto era lo que su yo del pasado pensaba que sería en el futuro? ¿Una mujer que repetía la misma aburrida rutina todos los días hasta que muriera?.

Se dejó de tocar el estómago. Tomó un sombrero pequeño y se lo puso delicadamente en la cabeza para regalarse una pequeña sonrisa apagada, y salió de nuevo a hacer las compras.

Cuando llegó al supermercado ya se había quitado el sombrero, había bastante calor como para llevar peso encima. Tenía un carrito al frente con un par de cosas, mientras elegía entre comprar atún o sardina.

A esa hora del día habían un par de personas en el supermercado, repartidas por los diferentes pasillos. Ivana escuchó unas voces detrás de ella, y sin querer, observó disimuladamente. Eran dos mujeres, quizás de su misma edad, o quizás más jóvenes que ella.

—Sí, sí. No tiene dignidad. Pobre hombre. — dijo una de ellas mientras metía un paquete de papel higiénico en su carrito.

—¿Sabías que Martha se fue de viaje con su familia?. — dijo la otra, que parecía estar ahí para chismear en vez de comprar.

Verde de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora