Capítulo V

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Los primeros días Philip era muy apegado a Homer, tanto que no se había preocupado sobre su condición física, hasta el quinto día

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Los primeros días Philip era muy apegado a Homer, tanto que no se había preocupado sobre su condición física, hasta el quinto día. El día libre de Philip. Homer estaba en su carriola, jugando con sus pequeñas manos, a saber que eran esas cosas, pero sabía que las tenía y que podía usarlas. Seguramente lo sabía inconscientemente. Traía puesto una pijama muy pequeña, blanca y azul. Sus pies estaban desnudos, igual no había frío, y ponerle zapatos a sus pequeños pies le provocaría calor, pensó Ivana al vestirlo.

Pilar correteaba —o al menos lo intentaba— por la sala, como si persiguiera algo. Haberse dado cuenta que podía usar sus piernas y pies para otra cosa era emocionante, tenía que disfrutarlo lo mejor posible, ¿Y cuál otra que intentar correr?.

Philip salió de la cocina, con una cara de concentración que daba miedo. Ivana estaba sentada aún lado de la carriola, leyendo algo, quizás alguna revista o el periódico. Ese niño que reposaba en la carriola era el futuro del honor y prestigio de la familia Hill, o al menos, de la parte que a Philip le correspondía; parte que él mismo había deshonrado al no poder formar parte del ejército. Cuando Homer nació pensó que sus problemas habían acabado y que recuperaría todo pero, ¿Estaba tan seguro de que Homer podría serlo? ¿Y si una vez más la vida quería jugarle en su contra? Él no podía permitir eso.

Se acercó con prisa pero con cautela a la carriola negra, se arrodilló ante ella y Homer se quedó viéndolo. El hombre tomó con cuidado el pie derecho del pequeño y, comenzó a observarlo minuciosamente. El pie era regordete, blanco, y lo peor de todo, plano. A Philip no le supo muy bien la noticia.

—Philip, es muy pequeño todavía — Ivana con tan sólo ver la expresión de Philip y la manera que revisaba a Homer era más que suficiente para saber que sucedía. Ella muy bien sabía como se sentía Philip, sabía todo lo que pasó en su juventud, y lo peor de todo es que eso venía desde que era un niño. Tal vez eso le hizo pensar que quería hacerlo feliz, tal vez fue eso lo que le hizo querer estar con él pero, ¿Ella sabía la razón por la que él la tomó a ella? —, apenas tiene días de nacido, su cuerpo necesita desarrollarse. No tienes porque preocuparte, Homer es un niño muy fuerte, todo estará bien.

—Si, tienes razón. — Philip soltó el pies del pequeño, y sonrió, aunque sea muy leve. Pero la idea de que se repitiera lo mismo lo asustaba, más que Homer había nacido dos meses antes. Es cierto, los doctores dijeron que el niño estaba sano, ¿Pero que sabían ellos? A él también le habían dicho que estaba sano, y él tuvo todos los meses en el vientre de su madre, y aún así... — La tienes...

Era mejor dejar todo eso por ahora y creerle a los doctores y, a su mujer. Su hijo había sido fuerte y sobrevivió a todo ese imprevisto, claro que no pasaría lo mismo, no a su hijo.

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Sin darse cuenta ya había pasado un año y un par de meses más. Pilar ya tenía dos años, y su cabello corto era rojo oscuro como el de su madre. Ella era más alta que Homer. El chico era más bajo que ella por una gran diferencia de centímetros, y era más que obvio, él y apenas tenía un año. La gente solía decir que al final Homer sería más alto, cosa que a los niños no les importaba mucho, pues eran niños muy pequeños, a ellos sólo les importaba jugar, como decían los adultos. Justo como ahora, que Pilar molestaba a Homer dándole pequeños y suaves golpes en la mejilla.

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