Capítulo VII

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Para cuando Philip llegaba a la casa, los niños ya habían terminado aquella pequeña fiesta del té

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Para cuando Philip llegaba a la casa, los niños ya habían terminado aquella pequeña fiesta del té. Los peluches que ellos habían usado como los otros invitados reposaban ahora en las camas, la mesa y sillas los habían arrinconado bajo la ventana del cuarto, y las mantas, habían regresado a la cama.

Pilar y Homer estaban correteando por los pasillos de las habitaciones. Pilar perseguía a Homer, quien llevaba entre las manos un peluche de un hombre musculoso pero infantil. Homer soltaba carcajadas mientras elevaba el peluche con los brazos, incitando a Pilar a atraparlo. Pilar también soltaba carcajadas, y cada paso que daba se acercaba más a Homer. En uno de esos pasos, que parecía ser más un brinco, lo tomó entre los hombros y cayeron al suelo.

Homer se retorcía con la intención de proteger al peluche, sin embargo, Pilar era ruda y tenía mucha energía como él. La lucha era fuerte. Ellos no sabían cómo fue que Homer quedó encima de Pilar, pero no les importó. La niña alzaba los brazos alrededor de Homer tratando de alcanzar al peluche.

—¡No podrás rescatarlo! — gritó Homer, riendo.

—¡¿Ah, no?! — Pilar dejó de alzar sus brazos, y en vez de tratar de tomar el peluche, tomó el estómago y costillas de su hermano. Comenzó a pasar los dedos rápido, y Homer estalló en risas mientras se seguía retorciendo — ¡Entrégalo!.

—¡No! — gritó, cerrando los ojos, casi llorando.

—¡Que lo entregues, villano!.

Homer que seguía riendo trató de soportar lo más que pudo, no duró ni un minuto. Su barriga comenzaba doler de todas esas risas, así que tuvo que rendirse antes las fuerzas del bien. Supuso que no era su momento de brillar, pero algún momento él volvería, y ganaría contra el bien.

—¡Está bien! ¡Está bien! — dijo.

—¡¿Seguro?!

—¡Si, si! ¡Para! ¡Para! — hasta que por fin paró.

Las risas de Homer comenzaron a calmarse. Se fue de un lado cayendo al suelo, y Pilar aprovechó para quitarle el peluche de sus manos aún débiles bajo el efecto de las cosquillas. Se puso de pie elevando el peluche al aire, fingiendo una pose de un superhéroe que había visto en la escuela a los de grado más grande.

—¡He recuperado al rehén! — ella no sabía muy bien que significaba esa palabra, pero le gustaba usarla.

—Para la próxima me toca ser a mi el héroe. — Homer se limpiaba las lágrimas de los ojos, mientras se sentaba en el piso.

—Aún así no me ganarías. — y seguidas a esas palabras se escuchó la puerta abrirse. Y un "Llegué" De su padre les alegró el día.

—¡Papá! — gritaron los niños. Ambos comenzaron a correr, olvidando aquel rehén en el piso.

Hace unos momentos ellos estaban jugando a los superhéroes, pero ellos apenas y eran unos novatos. En el mundo habían más héroes, muchos, pero el favorito de Pilar y Homer era Philip Hill, su padre. Algún día ellos serían como él.

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