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-Natasha-

Siento las lágrimas bajar por mis mejillas mientras me encuentro sentada en la cama en medio de mi vieja habitación oscura por las cortinas cerradas por completo, abrazando mis piernas desnudas con fuerza mordiendo mis labios para no soltar un sollozo provocado por las hojas que se encuentran frente a mi, con el nombre y la firma de aquella mujer que no he visto desde hace un par de meses que se marchó de aquel frío departamento sin mirar atrás, convirtiéndonos en dos completas extrañas que solo comparten pequeños mensajes en donde ella solo avisa a qué hora es en la que pasará por Zaria o cuando me llegara un nuevo papel firmado por nuestros abogados para que ella la pueda recoger en casa de mis padres y llevársela cuando está de visita en New York por su hermano Peter.

Dejándome con un corazón roto que cada noche aclama por sentir el cobijo de sus brazos a nuestro alrededor y sus palabras en mi oído que lo hacen agitar de manera alocada cada vez que lo hacía, sabiendo que yo soy la única causante de todo el dolor que siente en estos momentos por no tomar las mejores decisiones arruinando la mejor relación que he llegado a tener en mi vida con la mujer de mis sueños.

Dejando ir ese amor que me daba todo demostrándolo día con día aguantando cada uno de mis desplantes sin pedir nada a cambio hasta el día en que ya no pudo resistirlo más.

El día en que algo dentro de mi murió cuando ella salió por aquella habitación que solía ser la más grande testigo del amor que algún día las dos llegamos a tener.

Natasha. -los toques en mi puerta me sacaron de mis pensamientos.

Qué pasa papá. -pregunté limpiando las lágrimas de mi mentón.

Llegaron por Zaria, cariño. -escuché decir a mi rubio padre al otro lado.

Es Wanda. -pregunte levantándome con rapidez de la cama desordenada.

Escuchando un suspiro cansado de su parte que me hizo detenerme a medio camino.

No, es Barnes, le autorizaste que le prestarías a Zaria para que la llevara a casa de su tía a conocer a Peggy que regresaba de su viaje. -informó mi padre con tranquilidad.

Está bien papá, bajó en un momento. -murmure peinando mi cabello.

Te veré abajo cariño. -se despidió antes de alejarse de la puerta.

Dejándome de nuevo sola en el silencio de una habitación solitaria.

Tomando lo primero que encontré en mi armario para salir de la habitación intentando verme lo mejor posible para bajar a la primera planta en donde se encontraban mis padres con mi hija en brazos y una pañalera al hombro de mi padre, saludando al castaño que venía con su rubia prima para llevarse por primera vez en todo este tiempo a mi pequeña un par de horas para que conociera a la tía de James la cual apenas volvía de su largo viaje de retiro.

Dándole las indicaciones y precauciones que mas seguro Wanda les hubiera dicho al par de personas paradas frente a mi, poniendo la pañalera en el hombro del castaño para caminar hacia Sharon dándole a mi hija dormida en sus brazos la cual me sonrió asintiendo a todo lo que le decía, escuchándola prometerme que la cuidaría muy bien y que la traería antes de las seis junto a Peggy que deseaba hablar conmigo, despidiéndome del par de personas para alejarme de mis padres evitando tener una plática que he evitado desde el día en que aparecí en su puerta aquella madrugada llorando porque Zaria no dejaba de llorar desde que se despertó aquella tarde y no vio a Wanda a su lado como se lo había prometido.

Caminando hasta el jardín trasero de la casa en donde fui directo a sentarme en aquel columpio de madera que estaba frente a los rosales de mi padre, sacando la cajetilla de cigarrillos que tenía en el bolsillo de mis pantalones de algodón grises poniendo uno sobre mis labios secos para encenderlo, expulsando el humo por la nariz mientras subía uno de mis pies descalzos en este recargando mi brazo sobre mi rodilla, columpiándome con mi otro pie perdiéndome en el movimiento de las hojas de los árboles en el lugar mientras mi mente se apagaba por unos minutos dejando de torturarme con todo lo que ha estado pasando últimamente en mi vida desde que la chica que amaba se marchó.

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