𝗾𝘂𝗶𝗻𝗰𝗲 - 𝗅𝗎𝗇𝖺 𝖽𝖾 𝗆𝗂𝖾𝗅

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Me alejé de Jake y este miró a Edward unos instantes

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Me alejé de Jake y este miró a Edward unos instantes.

—Iré por ella —dice Edward al irse caminando, miré a Jake y negué.

—Quería ver a mi novia y de paso deshacerme de él —me dice, él toma mi mano derecha y la levanta, me acerca a él y entendí sus movimientos. Nos pusimos a bailar con la música que se oía de fondo, era suave y buena para el momento.

—¿Por qué no llegaste antes? —lo mire.

—Porque no me gustan las multitudes, muchas voces es sofocante, además, está hora es perfecta para pasar desapercibido —ríe.

—Eres muy caliente —comenté al sentir el calor que emanaba de su cuerpo, él asiente.

—Y tu muy fría —reímos, Jake alza su mano y me da una vuelta, volvemos a nuestra posición inicial—. Bonito collar —dice, bajé mi vista y recordé a Bella dándomelo.

—Sí, me lo entregó un mensajero, ya que el artesano no quería oler a los cadáveres andantes.

—Que estúpido artesano y que bello debió verse el mensajero —reímos, otra vuelta y lo observé a los ojos, sus ojos se veían negros por la oscuridad, pero brillaban de una forma indescriptible.

—A partir de ahora, sólo nos quedarán unos años viviendo aquí, después tendremos que irnos para que nadie sospeche —dije, él entristeció, yo igual.

—¿Te arrepientes de ser así? —me pregunta, recordé la ira que sentí con Irina y su mención de Laurent.

—A veces siento que me quitaron muy pronto mi humanidad, y otras que estoy bien así, porque tarde o temprano iba a suceder.

—Sí hubiese llegado antes —recuerdo haber visto a Jake ahí, atacando a Laurent ¿sería todo diferente su hubiese llegado antes?

—No, iba a morir de igual manera —Jake me observa—, caí de la motocicleta, estoy segura de que tenía una hemorragia interna, me quedaban solo horas de vida o menos.

—Entonces debo de agradecer más que maldecir —Jake se detiene y yo igual—. Gracias por ser mi amiga Stella, gracias por hacer que Bella me vea como hombre, y no como niño. Gracias por tu compañía.

—Gracias a ti Jake, porque ahora sé que cuidaras de Bella y vivirán muy felices, lo sé, lo vi —abracé a Jake y cerré los ojos, evité pensar en su calor y olor a lobo, me concentré en su humanidad, porque si él la posee, yo igual. Él es una de las personas que me recuerdan que alguna vez fui humana, y fui feliz siéndolo. Edward llega junto a Bella, ella se acerca a Jake y lo abraza.

—Alice nos busca —me dice Edward, asentí y dejé a Jake con Bella disfrutar. Alice se acercó a mí y me llevó hasta su habitación, donde tenía mi otro vestido para viajar. Me ayudó a cambiarme y ponerme un vestido beige con encajes de rosas encima, era apegado al cuerpo por arriba y me cubría los brazos y el pecho, mientras que la parte baja era suelta y algo holgada, me llegaba más arriba de la rodilla. Alice me dio unas botas negras con un tacón más bajo en comparación al tacón que Alice me hizo usar con el vestido de novia. Solté mi cabello y el broche fue guardado en su caja, aún tenía mi collar, ese si me lo quería.

—Que sea una buena luna de miel —dice Alice, sonreí la abrazarla. Salí de la habitación y vi a Edward esperándome, se puso un traje azul oscuro y una camisa morada claro, tenía la parte del cuello entreabierta y vi su piel, sonreí al acercarme a él.

—Últimamente usas muchas camisas —me mira—, las amo.

—Lo sé —ríe, toma mi mano y bajamos las escaleras, todos los invitados estaban afuera despidiéndonos. Cuando caminábamos varios granos de arroz eran lanzados sobre nuestras cabezas, no pude evitar reír. Al último, cerca del auto en el cual nos iríamos estaba Renée junto a Bella y Jacob, me acerqué para abrazarlos a cada uno y despedirme. Detrás de ellos estaba Charlie, quien se veía algo tímido.

—Voy a despedirme de papá —dije al alejarme de ellos e ir junto a Charlie.

—Será extraño, no tenerte bajo mi techo —comenta, lamí mis labios.

—Aún puedo visitarte —dije—, para mí también será extraño.

—Sabes que siempre será tu casa —reí leve, él igual.

—Te quiero papá, siempre lo haré —Charlie me abraza y me oculto en su pecho, cierro los ojos y siento su corazón palpitar, su respiración calmada y sus cálidos brazos rodeándome.

—Yo también, Stella, mi pequeña —él descansa su mentón en mi cabeza, e inhalo profundamente, su olor quiero atesorarlo por siempre en mi ser—. Bueno, anda, no puedes perder tu avión.

—Claro, nos vemos —me alejé, camine hasta el auto de Edward y nos subimos, vi por la ventana del copiloto a todos sonriendo y moviendo sus manos como despedida, había lágrimas en los ojos de Renée, paz en los de Charlie y amor en los de Bella, sonreí feliz, si pudiera llorar, estaría llorando de felicidad. El viaje en avión nos llevó a Río de Janeiro, Brasil. Cuando íbamos en el auto vi que en las calles había un tipo festividad, era de noche y las personas parecían festejar más a estas horas. Edward hizo detener al conductor y nos bajamos del auto, tomó mi mano y me llevó caminando por la calle hasta llegar donde estaba la multitud, no sentía miedo e incomodidad porque él sostenía mi mano. Íbamos andando hasta que Edward se detuvo, de fondo se oía la música que emitían los artistas callejeros, las luces eran navideñas y de color amarillo varios bailaban a nuestro alrededor tras el toque del tambor, pero yo estaba perdida en los labios de Edward que me hacían sentir que todo era un sueño. Volvimos al auto que nos llevó hasta el muelle, ahí Edward sacó las tres maletas que traíamos, las subió a una lancha y me ayudó a bajar. No era necesario, pero amaba sus acciones. Condujo la lancha hasta cruzar el mar, una isla se hizo presente ante nosotros.

—Es la isla Esme —dice Edward, lo observé y levanté las cejas—. Fue un regalo de Carlisle —la isla era enorme, y podía oír la vida que tenía en sus bosques, es un lugar perfecto para vivir y cazar. Edward se detuvo en el muelle de madera de la isla, bajamos y caminamos hasta la entrada de la casa, la cual era grande y muy hermosa. Las luces estaban prendidas y guiaban un camino a la puerta principal, Edward dejó las maletas y se acercó a mí, me cargo en brazos y empujando la puerta de cristal ingresamos a la casa. Reí cuando me dejó en el suelo.

—Voy a ver la casa —le comenté, él asintió y fue por las maletas. Vi la sala principal y decidí caminar por un pasillo, al lado distinguí el baño y avanzando un poco más vi la habitación, era grande y tenía una cama en medio, la tela era suave. Miré frente a la cama y había dos grandes ventanales como puertas, no dude en acercarme y abrirla completamente. La luz de la luna reflejada en el mar, el sonido que emiten las olas al chocar en la orilla, la arena en mis pies, todo es tan hermoso ahora que lo veo a detalle. Edward deja las maletas en la habitación y se acerca a mí por la espalda, sus brazos recorren mi abdomen y besa mi cuello.

—¿Estas cansada? —me pregunta, lo observo un instante.

—Los vampiros no duermen —digo al girarme y ver la cama.

—No es para dormir —me susurra en el oído, cierro mis ojos y siento sus besos contra mi piel. Edward empieza a bajar el cierre de mi vestido y siento la necesidad de que se apresure, oigo una risilla de su parte, me giro y lo empujó a la cama, él aterriza y la cama se estremece, pero no me importa, me abalanzo sobre él y lo beso, Edward da un leve gruñido ya que mi cierre se atacó, ahora yo río. El vestido se rompe, y la camisa de Edward igual, la ropa sobraba y solo me perdí en sus caricias, sus besos, las sensaciones que creí nunca tener, las tenía. Lo sentía todo y me encantaba, porque siempre veía esos ojos dorados viéndome, mirándome con más admiración, con más amor que antes, cada día más, amándome. 

𝐒𝐎𝐋𝐒𝐓𝐈𝐂𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐕𝐄𝐑𝐀𝐍𝐎 - Parte dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora