Capítulo 19. Seguidores

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Con el juego terminado Lía decidió que era el momento de regresar al lado de sus seguidores, quienes seguramente comenzarían a adorarla como su nueva deidad. No estaba segura de que fuese eso lo que quería, pero si algo fue claro para ella desde el momento que recordó las desventajas de ser un hada era que debía alejarse lo más que pudiera de los mortales.

"Aunque soy un personaje poderoso, estoy completamente atada a mi naturaleza"

Además del hecho de que debía explicarles a los seres sombra sobre su nueva naturaleza.

Si algún mortal me hace prometerle algo mi poder se verá reducido a la mitad.

—¡No me ignores, tramposa! — escuchó que decía tras ella aquel espectro amargado.

Continúo ignorándolo y caminando hasta que él se cansara de molestarla, pero aquel personaje de tinta siguió sus pasos a través de la apacible y encantadora sombra.

—No sé qué quieres decir con tramposa, me retaste y jugamos. Perdiste ya...

—¡Ni siquiera tenías claras las reglas de tu propio juego! —gritó furioso.

—No me tienes que gritar cielos.

Al mismo tiempo que el espectro y el hada tenían una discusión bastante acalorada un equipo de búsqueda proveniente de la corte de la reina estaba siguiendo los pasos de Lía

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Al mismo tiempo que el espectro y el hada tenían una discusión bastante acalorada un equipo de búsqueda proveniente de la corte de la reina estaba siguiendo los pasos de Lía. Armados con espadas de plata y con poderes espirituales discutían sobre el objeto que había desatado tan fuerza capaz de apagar la magia.

—Yo digo que es el diente o hueso de algún dragón. — Decía uno de los caballeros.

—Lo más seguros es que sea un objeto de Dios. —Respondía otro.

El soldado plebeyo los escuchaba con rostro inexpresivo, si bien era cierto que era imposible que ninguna criatura inteligente pudiera tener esa cantidad de poder, él no descartaba que todo aquello fuera por algún ser inteligente. Cosa que hacia todo más complicado y peligroso.

"Si tan solo tuviéramos una pista"

¿Tu qué piensas, Hugo? — pregunto un compañero abrazándolo por los hombros.

—¿Crees que sea una joya o un arma?

El soldado Hugo sonrió a labios cerrados, le caía bien el soldado Damián, sin embargo, si algo tenía claro era que no podía encariñarse de ninguno de los soldados de su escuadrón. El joven soldado tenía una habilidad especial con la que podía ver cuando se acercaba la hora de morir de quien lo tocaba. Por supuesto había excepciones, los seres inmortales o seres de gran poder. Los eventos a gran escala eran una historia diferente para su don, si existía la probabilidad de muertes a gran escala él lo percibiría de inmediato.

El soldado Hugo Rice, era en realidad un plebeyo que había robado la identidad a otro soldado condenado a muerte, cuando el joven plebeyo revelo a todo su pueblo que todos estaban condenados a una muerte causada por una plaga paso lo que generalmente sucede con aquellos que tienen una verdad aterradora en la boca.

Intentaron quemarlo vivo.

Con dieciséis años aquel joven se veía como todo un hombre adulto, tan alto, fuerte y vigoroso que muchas veces intimidaba a borrachos o forasteros que no le conocían. La condena toco a la puerta de la vida de aquel pobre muchacho, razón por la cual su padre, que veía a su hijo como su más grande tesoro dejado por su amada esposa para guiarlo, intento ayudarlo a escapar de su destino. Pero como todo acto de amor se tuvo que pagar un alto precio.

El joven plebeyo aun recordaba el rostro de su padre y como le aseguraba que lo vería en el siguiente pueblo para huir juntos, como era lógico cuando su padre lo abrazó Hugo supo que le mentía. Él joven se aferró a su padre para que ambos escaparan, pero el buen hombre lo tranquilizo y le juro que se volverían a encontrar, el chico siguió las instrucciones de su padre al pie de la letra confiado de que seguirían con sus vidas en otro lugar, sin embargo, eso nunca sucedió.

El buen padre no esperaba ver a su muchacho de nuevo, de hecho, había aceptado que la muerte le respiraba en la nuca desde el momento en que el instigador del pueblo y ex amante de su difunta esposa le había ofrecido salvar la vida de su hijo, a cambio de declararse como hechicero.

Como buen padre acepto la propuesta de un viejo rival de corazón amargado.

Lo curioso de las circunstancias inevitables o escritas a base de tinta, es que a veces, pueden llegar a ser un poco compasivas con respecto a lo doloroso o terriblemente abominable, pues el buen padre pudo morir de forma rápida y relativamente menos agonizante que el resto del pueblo. Como se había anunciado la plaga llego al pueblo de la forma más aterradora posible, lo que en un principio se creía una maldición no dejo de ser más que una enfermedad mortal que ni siquiera podía curarse del todo con magia. Una terrible enfermedad sin nombre que había sido contenida por escudos de protección y alquimia.

Historias corrían de que había sido una enfermedad enviada por Dios, poco o nada podían saber sobre aquella enfermedad, lo que sí era un hecho era que el soldado plebeyo evito la muerte ese día y un destino forjado comenzó a guiarlo hacia una fuerza jamás dada a otro mortal. Sin embargo, eso es una historia diferente.

 Sin embargo, eso es una historia diferente

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El juego del hada malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora