Capítulo 4. Epifanía

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Intrigada por los cambios que estaba sintiendo dentro de sí Lía se quedó analizando cada uno de sus pensamientos, pero también recordaba cada característica de los personajes para tener una idea de que tantos cambios iba a tener.

Las habilidades de la villana eran equilibradas con su apariencia.

Se inclinó un poco más para que su ala izquierda tomara la misma cantidad de maná que la derecha. El dolor la hizo quejarse, pero intentó ser lo menos ruidosa posible para no asustar a su acompañante.

Sin embargo, el shock del tirón a su ala la hizo recordar algo importante.

—¡Oh claro! — exclamó. —Soy un hada, no puedo mentir.

—En efecto, alteza, no puede mentir.

Su sonrisa inicial fue desapareciendo lentamente luego de entender el significado de eso. Lía se sintió bastante irritada con su situación, la razón principal por la que la villana fue derrotada en la historia, fue por su incapacidad para decir mentira. Se le había dado todo para vivir como quisiera y al final sería engañada para describir con lujo de detalle cómo podían neutralizarla justo como sucedió con la poderosa villana final.

Sin haber pagado nada de repente se sintió estafada.

Y la sonrisa divertida de Aeon no ayudó a calmar su mal humor.

" Que fastidio"

—Pareces tranquilo ante eso, si decidiera que quiero matarte...

—Lo aceptaría— le interrumpió.

El hada se sorprendió por sus palabras y se preguntó con qué clase de criatura estaría tratando como para que no le importara vivir o no.

"Se supone que vivir es un regalo, al menos en este mundo"

La situación con esta criatura no era para tomarse a la ligera, al parecer, la consideraba como algo más que solo un ser superior o deidad.

Por la forma en la que hablaba Aeon parecía considerarla su dueño.

—¡Dios! — gritó alguien en la oscuridad.

—¡Dios salvamos! — gritaron varias voces al mismo tiempo.

El príncipe Asher se encontraba sorprendido de ver a sus hombres arrodillados frente a él

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El príncipe Asher se encontraba sorprendido de ver a sus hombres arrodillados frente a él.

Se sentía aturdido no solo por ver con vida a sus soldados, sino también por ver la lealtad en sus ojos brillantes.

"Creía que me tendrían miedo"

Se acercó a sus hombres y les permitió levantarse, sin embargo, ni con la orden de ponerse de pie los hombres dejaron de estar arrodillados.

Le miraban maravillados, como si fuera algún tipo de mesías prometido, lo cual lo incomodó bastante.

—General Magnum— Llamó con autoridad. El hombre en cuestión se levantó presentando su respeto al joven príncipe.

Sus ojos en ningún momento perdieron el brillo religioso con el que había salido de lo que alguna vez fue el valle de Khalí.

—Explica lo que ha sucedido — ordenó el príncipe.
—¿Cómo conseguiste escapar de la oscuridad?

—Su majestad ha traído al mundo algo maravilloso— respondió con dificultad el general.

Y como si aquellos eventos fueran orquestados por algún ser divino se escuchó un fuerte estallido a la distancia, luego de unos segundos una ráfaga de viento les arrojó polvo a los ojos, un breve canto acompañado de un silbido maravilló a los cansados soldados que miraban el cielo, para cuando el príncipe levanto su mirada todo lo que pudo ver fue como una figura rara se formaba en las nubes y separaba la oscuridad evitando que llegara Falt-Er.

—Son sus alas— suspiró encantado el general.

Miró de nuevo al príncipe heredero y con ojos desorbitados confesó sus pensamientos.

—Su majestad ha traído a Dios.

—Su majestad ha traído a Dios

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El juego del hada malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora