La magia era un misterio para todos en el reino de Tharlis, no era raro que el joven príncipe hubiese perdido el control de un poder que no sabía que tenía, las emociones podían ser un vehículo poderoso para cualquiera en la novela que había leído la encantadora hada. Incluso el protagonista masculino había liberado todo su potencial debido a un desborde emocional.
Sería lógico que ocurriera lo mismo con el villano de la historia, pero en toda la obra esto nunca había ocurrido, desde un punto de vista alto se podría llegar a la conclusión de una obvia mediocridad o una estupidez latente en un villano creado a base de tinta, en lugar de carne y sangre.
Sin embargo, es diferente leer y concluir basado en un solo criterio a vivir todo lo que aquel joven había presenciado. Era evidente que el príncipe era un pusilánime en cuanto a sus acciones como villano, pero no había forma de imaginar que todo había sido planeado para expiar sus pecados, puesto que el autor se había enfocado en dejarlo como un perfecto idiota, que pudiendo hacer mucho más ni siquiera lo intentaba.
Cosa que había dejado en una situación compleja a Aeon.
Quien tenía que enfrentar la ira de un orgulloso príncipe muy, muy enojado.
La habitación se llenó de los lamentos de los mortales a quienes había ido a saludar, la instrucción de su señora era clara dejar el mensaje con los subordinados del príncipe oscuro y salir de la misma forma en la que había entrado.
No había explicaciones de si debía hacerlo en silencio, de hecho, se le dio la orden de forma tan despreocupada que fue el propio Aeon quien tuvo que verificar que su señora tenía en cuenta las posibles complicaciones de su misión.
Si su ama deseaba que muriera dejando el mensaje estaba dispuesto a llegar de forma escandalosa al lugar e incluso permitir que le hirieran en el proceso.
Pero cuando preguntó sobre cómo debía proceder si era descubierto su señora simplemente contestó. —No te preocupes, ese niño es tan estúpido que ni siquiera preguntará sobre el mensaje que vas a dejar. Actúa como te plazca. — Sin duda fueron palabras dichas con suavidad, pero ocultaban una dura crítica.
Cualquiera podría llegar a la conclusión de que el hada lo había dicho a propósito para insultar a la familia real, la realidad de todo, era que Lía veía al villano como aquel personaje de tinta que había leído.
Pero esto nadie podía si quiera imaginarlo.
—Entonces... — Comenzó a decir el príncipe. —¿El nombre de tu señora es?
Parecía estar respirando y contando en su mente.
Le tomo unos segundos a la sombra tomar valor para responder a la pregunta del villano, pese a que su señora era la traviesa hada el joven príncipe que estaba frente a él había sido quien abrió el portal al reino Ascenso uniendo la naturaleza humana con la espiritual. Ese hechicero oscuro de quince años era su amo tanto como el hada de hermosas alas.
—El nombre de mi señora... No puedo decirlo, — respondió.
—¿Por qué razón, te prohibió hablar sobre ello? — preguntó.
Una poderosa bruma negra le rodeaba, como a espera de alguna orden de su señor.
Aeon tragó saliva nervioso.
—Solo se me ordenó dejar un mensaje a sus soldados y luego regresar con mi señora.
—Ya veo... ¿El insulto proviene de tu señora también?, —la figura del villano se acercó lentamente al sirviente del hada. Y cuando estuvo cerca de la criatura atravesó su estómago con su brazo recubierto por el poder de la oscuridad, sin darle tiempo a reaccionar. Los ojos grises temblaron sorprendidos por la acción del mortal. Aun cuando él era una mezcla de almas y de carne jamás sería capaz desatar su ira de forma imprudente por un simple insulto. A pesar de que comprendía hasta cierto punto al joven, por su antigua existencia humana, no podía comprender el porqué del odio en su mirada.
"Todo por unas simples palabras" reflexionó.
—Esperaba un poco más de respeto por parte de la deidad que invoqué. — Su brazo se giró en su estómago. —Si yo la traje aquí ¿no se supone que ella me pertenece? — Los ojos del príncipe brillaron con maldad.
La ira puede ser un consejero peligroso, lo había sido en el pasado cuando destruyó el valle Khalí y lo era justo ahora que intentaba desahogar su mal temperamento en la sombra del hada Lía.
Para estándares humanos aquella muestra de ira podría ser tomada como peligrosa o aterradora, sin embargo, Aeon lo había notado en cuanto leyó el maná que recubría su brazo. El joven príncipe temblaba y en sus ojos se ocultaban lágrimas de miedo.
"Él está fingiendo"
Para la sombra fue sencillo reconocer hasta cierto punto sus intenciones.
Hacer preguntas pasivas no tendrían el mismo efecto que la intimidación y la amenaza, sin embargo, no tenía sentido usar su poder de forma descontrolada por un simple insulto. No sentía que estuviera verdaderamente enojado, si quisiera castigarlo por sus palabras habría atravesado su corazón en lugar de su estómago o simplemente habría dispersado las tinieblas que formaban su cuerpo. La sombra sonrió satisfecha porque había descubierto la verdadera forma de ser del hechicero oscuro al que todos llamaban Phêmites.
—Intentar controlar tu poder con una liberación espontánea es una jugada arriesgada. — Dijo. —Tu poder se basa en la eterna oscuridad del universo, de todos los universos, en realidad.
La mirada del joven se llenó de miedo por las palabras de la sombra.
—No tengas miedo, pequeño. — Le consoló. —Escucha a tus soldados, ellos te dirán todo lo que ella quiere que sepas.
Como si fuera una ilusión la figura de sombra fue desapareciendo poco a poco, el par de ojos grises se iluminaron con fuerza destellando en la oscura habitación mientras el maná oscuro se desvanecía.
Cuando todo regresó a un misterioso silencio el príncipe notó una pequeña luz en el suelo.
Era una pluma del hada malvada.
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El juego del hada malvada
FantasyDe haber sabido que terminaría en el ultimo libro que leí, habría puesto más atención en mi lectura nocturna, aparentemente morí y desperté en el libro que leía en la noche, que resultó ser uno de fantasía, con nada de romance, mucha guerra y destru...