La corona pedía desesperadamente a un heredero, en cambio... Nació ella, solo una princesa.
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Una versión remasterisada de HUNTING A BEAST.
Se cambiaran los hechos de la serie y muchos elementos. Como las edad...
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La sutura no era lo peor... Lo que era un calvario era la mirada de Helaena, Aegon y Aemond mientras la aguja pasaba por su piel.
—Parpadeen—les recuerda Vaenya haciéndolos que inconscientemente parpadearan muchos veces.
-—¿Duele?
—Es una aguja entrando y saliendo de la piel, ¿tu que crees?—pregunta Aemond a Helaena.
—Ahora tienen algo en común—bromea Aegon. —Ambos tiene una cicatriz en la cara.
—Muy gracioso—comenta Vaenya mientras le hacen el último punto de sutura para dejarla libre. —¿Podré montar a mi dragón?
—Tendrá que hacer un esfuerzo mínimo con ese brazo, princesa. La herida podría abrirse de nuevo y sangrar—le aconseja y ella asiente.
Cuando se va el maestre los hermanos se quedan solos viéndose unos a otros.
—Ahora si. ¡Como se te ocurre decirle a nuestro Padre que fui yo el que te dijo!—grita viendo a Aemond.
—¿Que querías que dijera! ¿Que fue nuestra madre!—responde fruncido el ceño para quejarse enseguida. No podía hacer expresiones sin que le doliera. —No la iba a delatar.
—¿Y porque no dijiste Helaena? A ella nunca le hacen nada—le dice Aegon y Helaena levanta las cejas viéndolo.
—¿Yo?
—Helaena no sería capas de llamar bastardos a esos niños y lo sabes—le dice Vaenya a Aegon.
—¡Si claro! Culpen al mayor—dice enojado.
—o al borracho... —murmura Helaena.
—¡Helaena, tu-!
—Ya cállate, Aegon. Lo hecho, hecho esta. Ahora debemos cambiarnos porque ya nos vamos—les llama la atención Vaenya. —Tengo que hablar a solas con Aemond.
Helaena no protesto, pero Aegon si vacílo un poco antes de irse. La habitación estaba solo y el frío pocos sentirse en su piel, estaba amaneciendo y Aemond no había dormido nada.
—Vhagar—dice Vaenya haciendo que su hermano levantará el rostro. —Un movimiento ambicioso, ¿no crees?
—No tenía dragon y ella no tenía jinete—se defiende Aemond. —Vi la oportunidad y no la deje ir.
—Te costó un ojo—le dice apuntando a su cara.
—Fue un precio más que justo—responde desviando la mirada.
—No es verdad—sigue Vaenya. —Te lo dice tu hermana que a vivido con una cicatriz en su cara por 16 años...
—Y has vivido valientemente con ella—le dice Aemond viéndola. —Yo haré lo mismo.
—Esta bien si no te gusta, Aemond—le dice Vaenya llevando su mano a la mejilla de Aemond justo en el lado donde estaba su cicatriz.
—No me gusta—murmura, pero Vaenya logra escuchar. —... Y me duele.
