outlast; ellie williams

u n o

✾✧➴ ᴅᴏ ɪ ᴋɴᴏᴡ ʏᴏᴜ? ➶✧✾
5 años después.

Suspiré mirando por la ventana, las pequeñas gotas de agua golpeaban levemente el vidrio mojándolo. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que vi a Kelsey y no me acostumbraba a estar totalmente sola en aquellas casas que encontraba para dormir.
No era una gran tormenta, sólo un poco de llovizna lo que me alegraba pues el olor a tierra mojada era una de las pocas cosas que disfrutaba.
Miré a mí al rededor, el cuarto totalmente vacío únicamente con mi mochila tirada en un rincón, afortunadamente está vez encontré una casa con cama. Me recosté mirando al techo, hundiéndome en mis pensamientos hasta que mis ojos comenzaron a pesar, el sueño llegó y las gotas de lluvia no hacían más que arrullarme hasta que mi mente calló.

Los rayos de luz comenzaron a entrar por la ventana, iluminando mi cara y haciendo difícil seguir dormida.

Joder, cómo disfruto dormir en la oscuridad pensé.

Comencé a estirarme y finalmente abrí los ojos, soltando un quejido.
Tomé aire levantándome de la cama y miré con desilusión la habitación dónde había dormido, me sentía cansada y aturdida. Era algo a lo que no me acostumbraba, abrir los ojos y no ver la cabellera larga y roja de mi hermana tapándole la cara, comer sin verla hacer gestos por cómo me apresuraba a meter toda la comida que pudiera a mi boca, sin escuchar sus bromas tontas creyendo que era la más graciosa del mundo. Con él pasó del tiempo la carga de haberla dejado, de irme corriendo nunca se aligeró ni se fue, se sentía igual que el primer día, que lloré hasta quedarme dormida.
Aprendí a vivir de miedo, de dolor, todo el tiempo sobrevivía y nada más. Matar sin pensar, escapar sin temer, dormir sin llorar. Era difícil pero necesario, ¿algún día volvería a sentir el amor de mi hermana? ¿la tranquilidad de qué ella me cuidará?, mil pensamientos pasaban por mi mente todo el tiempo, llevándome cada vez a un lugar más oscuro.
Finalmente me decidí por tomar la lata de raviolis que estaba dentro de mí mochila para después arrastrarme en el piso y buscar un lugar cómodo para comenzar mi comida en silencio.

Terminé la lata de raviolis y la tiré en el piso de la habitación. Tome mi navaja y una escopeta que había robado y salí de la casa abandonada, no sabía a dónde iba ni qué buscaba pero quedarme en un lugar no era una opción para mí. Mi padre me había enseñado a siempre moverme, nunca sabíamos que podía haber aquí fuera, acechando.
El día estaba un poco más soleado, las únicas gotas de agua que caían eran de los árboles de la madrugada anterior. El cielo estaba más azul, las hojas más verdes y la tierra tenía ese color peculiar que me gustaba. La larga caminata comenzó, adentrándome de nuevo al bosque.

Maté a unos cuantos infectados en él camino con mi navaja, mi ropa y manos comenzaban a mancharse de sangre.

Nada fuera de lo normal pensé.

Iba contando mis pasos, sin querer pisar las piedras que veía en el camino de tierra en el que me había adentrado hasta que un sonido me sacó de mi pequeño juego, tomé la navaja y la acomodé en mi mano lista para defenderme. Comencé a mirar al rededor, preparándome para lo que pudiera estar cerca de mí y suspiré al darme cuenta que no había nada.
Seguí con él juego, ahora también contando las piedras que pisaba.