Capítulo Dieciséis.

422 63 1
                                    

—Esto se esta yendo al diablo más rápido que mis calificaciones escolares.

La voz de Sungie se perdió en un murmullo al dejarse caer sobre los cojines del sofá. El clima fresco de la madrugada había empañado los cristales de las ventanas, los primeros rayos de sol apenas traspasando las cortinas de la sala. Había estado girando por horas en su cama, recordando la expresión de dolor que su padre había intentando ocultar luego de desearles una buena noche y encerrarse en su habitación, solo para trasladarse a la sala ni bien salió el sol y torturar su mente un poco más en otro espacio del apartamento.

No debería involucrarse, lo sabía, había prometido suprimir su curiosidad y por lo general, el cumplía sus promesas. Pero no había sido capaz de impedirse a si mismo escuchar lo que habían hablado sus padres, toda la conversación se reproducía en su mente como una pelicula, una y otra vez. Esta vez, su insomnio no se debía al no comprender lo que sucedía, sino que al contrario, lo entendía y era eso lo que lo atormentaba.

¿Realmente su abuela les había hecho eso? ¿Ella era tan mala como para alejarlos de su papá cuando más lo habían necesitado?

La respuesta afirmativa a esa pregunta era algo que extrañamente le dolía bastante.

—¿Sungie?

Quitando el rostro del cojin, se enderezó y miró sobre el respaldo del sofá, distinguiendo la delgada silueta de su hermano en la oscuridad del pasillo—. ¿Que sucede, Felixy?

—¿Enciendes la luz, por favor?

—Si —arrastrandose por el sofá, encendió la lampara de pie a un lado antes de volver a mirar su hermano. Se detuvo de rodar los ojos al ver su pijama, mientras que el suyo era simple, con una camiseta lisa azul y un pantalón a cuadros salpicado de rojo, su hermano había elegido uno con estampado de figuras geometricas brillantes—. ¿Que sucede?

—¿Que haces despierto?

—No podía dormir. —se sentó—. Así que vine aquí a ver televisión.

—El televisor está apagado.

—Aun no lo enciendo, genio.

Rodeando el sofá, Felix se sentó en el otro extremo y subió los pies, flexionando sus rodillas un poco para poder sentar al osito de peluche en su regazo, recostado a sus piernas—. ¿Que estamos mirando?

—No sé —alcanzó el mando y encendió la pantalla antes de hacer un gesto al juguete—. ¿Por qué trajiste a Rayo? No me digas que estas apegandote a él nuevamente.

—No, no es eso. No te preocupes, hermano, no voy a avergonzarte yendo con un peluche bajo el brazo como un bebé.

Sungie hizo una mueca—. Siento lo que dije el otro día, no creo que seas un bebé, solo estaba enojado y dije lo primero que se me cruzó.

—Lo sé.

—¿Lo sabes realmente?

—Esta bien, Sungie, yo también dije cosas que no quería decir —le dedicó una media sonrisa antes de volver mirar el peluche—. En cuanto a Rayo... no lo sé, solo me gusta mirarlo, me recuerda lo que no tuvimos.

—No debes aferrarte a eso, ya pasó y no volverá.

Los dedos de Felix se mantuvieron acariciando la tela del peluche antes de que un sollozo contenido escapara de sus labios—. ¿Realmente fue nuestra propia abuela la que nos hizo esto?

Y ahí se iban sus esperanzas que su hermano no hubiese escuchado o comprendido la charla, aunque debería haberlo sabido, sus padres no habían sido particularmente silenciosos con todo el asunto. Acercandose, rodeó los hombros del más pequeño con su brazo y lo acercó, intentando darle algo de comodidad.

—No lo sé, Felixy —admitió—. Pero creo que es nuestro deber averiguarlo.

—¿Nosotros?

—Mhm —asintió.

—¿Por qué?

—¿Acaso los viste discutir? Ellos no llegarán a ningún acuerdo y terminaremos siendo nosotros quienes quedemos en el centro de su pelea. Pronto se volverá algo legal, ¿que si nos obligan a ir a vivir con Christopher  o a pasar los fines de semana en su casa? ¿Quieres eso de nuevo? ¿Ir de un lado a otro sin un lugar verdadero al que llamar hogar?

—No quiero eso, siempre lo he odiado.

—Yo también —susurró—. Tenemos que encontrar la verdad nosotros, Felixy, no quiero tener que decirle abuela a esa mujer si realmente nos alejó de papá cuando eramos pequeños.

Apretando el peluche, lo miró con las pestañas húmedas—. ¿Como hacemos eso?

—Somos listos, hermanito, encontraremos la manera.

(...)


—¿Que haces? —Felix preguntó, sentandose en el borde de la cama donde su hermano jugaba con su nueva computadora.

Sungie quitó la mirada de la pantalla y lo observó sobre el aparato—. Busco información.

—¿Encontraste algo?

—Si y no.

—¿Que quieres decir?

Girando la computadora, le enseñó lo que estaba mirando—. Encontré una fotografia de la madre de Christopher .

—¿En serio?

—Yeah, no fue dificil, ella parece mostrarse mucho en fiestas, hay una cantidad.

Estrechando la vista, Felix observó a la bonita mujer en la fotografía. No parecía una abuela para nada, se veía demasiado joven para eso. Con el cabello perfectamente ondulado rubio muy claro, piel olivacea y ojos gris oscuro. De alguna manera, agradeció mentalmente eso, ya que sus ojos eran igual a los de su padre, no necesitaba que también los compartiera con la mujer que aparentemente había arruinado sus vidas.

—¿Que edad tiene?

Sungie se encogió de hombros—. No sé, cincuenta y cinco, cincuenta y seis, ¿quién sabe?

—Parece demasiado joven.

—Lo sé, pero es ella. —miró más de cerca—. Estoy un poco decepcionado, ¿sabes?

—¿Por qué?

—Pensé que... no sé, al verla, la recordaría sacandonos de la guardería o algo así, pero por más que la miro, no la recuerdo.

Volviendo la mirada a la pantalla, Felix analizó el rostro de la mujer, esta vez buscando una familiaridad que por más que intentó, no encontró—. Yo tampoco la reconozco.

—Eso es una mierda, seguimos en cero.

—¿Ese era tu plan, hermano genio? —elevó una ceja en su dirección—. ¿Buscar una fotografía de ella y señalarla como nuestra secuestradora?

Se encogió de hombros descuidadamente—. Algo como eso.
—Y tu eres el cerebro de este dúo. —negó suavemente con decepción, tomando la computadora y jugueteando con el cursor alrededor.

—¿Y tu que parte eres, exactamente?

—Bueno, obviamente soy la ternura. —sonrió de forma adorable—. ¿Que más?

—Pff, quién no te conozca que te compre.

—Callate, envidioso —su voz se perdió gradualmente mientras una nueva imagen se abría en la pantalla—. ¡Oh por dios!


—¿Que? ¿Que? ¿Que?

—¡Mira! —volteó la pantalla, dejandole ver la fotografia del sonriente castaño de ojos claros que aparecía en lo que aparentemente era una fiesta, al menos eso decía el traje y la copa en su mano—. ¡Tío Will!

—¿Donde lo encontraste?

—No sé, solo toque sobre una de esas palabras a un lado y apareció —hizo un gesto hacia donde había tocado—. ¡Es tío Will!

—Lo es —Sungie lo miró confundido—. Pero aquí aparece como... Levi Thorne.

—¿Levi? Su nombre es WilLeon, no Levi.

Sungie hizo un gesto pequeño con su mano, haciendole saber que no tenía idea. Sus lentes colgaban de su nariz mientras se inclinaba más cerca de la pantalla, sus ojos yendo y viniendo de un lado a otro, leyendo algo—. No lo entiendo.

—¿Que?

—Aquí dice que Levi, o el tío Will, es primo de Christopher  Bang . Es socio en las empresas de la familia, creo que comparten el mismo rango o algo así —encontró su mirada, ambos totalmente perdidos—. ¿Que esta sucediendo, Felixy?

—No tengo idea.

Se miraron por un largo tiempo antes de que Sungie dejara la computadora sobre la cama y corrieran juntos hacia la puerta, directo a donde su tío/niñera Harry estaba—. ¡Necesitamos que nos lleves a las oficinas de las empresas Bang , ahora!

Dejando la revista que leía sobre la mesa, el rizado los miró—. Perdón, ¿que?

—Necesitamos que nos des un aventón.
Los ojos verdes se estrecharon sospechosamente sobre ellos—. ¿Que están planeando, babies?

—Solo llevanos allí, ¿si? Será algo rápido, volveremos antes de que papá vuelva de trabajar.

—Niños...

—Por favor, tío Harry, confia en nosotros —Felix se aferró a su mano, dedicandole sus más grandes y brillantes ojitos de cachorro—. ¡Por favor!

—Tenemos una pregunta que hacerle a alguien allí, es para ayudar a papá.

—Es alguien que conocemos, no estamos en peligro —Felix aseguró—. Solo llevanos allí, ¿siii?

—Su padre me matará si los llevó a ver a Christopher .

—No queremos verlo a él.

—¿Entonces? —elevó una ceja.

—Es complicado —Felix evadió, poco dispuesto a explicar algo que no entendía—. Solo... danos un poco de confianza, somos lo suficientemente mayores para saber lo que hacemos.

La indecisión se plantó en su rostro por varios segundos mientras miraba entre ellos, analizandolos—. Bien —suspiró, luego de lo que pareció una eternidad—. Pero los acompañaré hasta la puerta de la oficina y no dejaré que se queden más de medía hora, sino salen, iré por ustedes.

—Estamos bien con eso, no tardaremos.


Poniendose de pie, los miró y negó suavemente—. Espero estar haciendo lo correcto —susurró—. Eviten meterme en problemas, no quiero estar preso cuando mi hijo nazca, Colt me asesinaria.

—No causaremos ningún problema, tienes nuestra palabra. —Felix sonrió antes de cruzar una mirada con Sungie, en sus ojos brillando la esperanza de no haber sido engañados nuevamente por alguien a quién apreciaban.

Tu Mirada en Mi - Minchan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora