Epílogo.

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Algunos meses después...

—¡Christopher !

El grito de Minho hizo eco en la casa mientras sus mejillas se sonrojaban, el enojo y la vergüenza se mezclaban en su interior, dejandolo aun más fastidiado. La casa estaba bastante silenciosa, las voces y risas de los niños entraban por el balcón, suaves y reconfortantes. Los pesados pasos subiendo la escalera con urgencia sonaron aún más fuertes gracias al ambiente tranquilo, un momento después Christopher  estaba de pie en el umbral de la puerta.

Llevaba oscuros jeans holgados y una camiseta azul que proclamaba "No puedes asustarme, tengo hijos", la cual le habían regalado los mellizos para su cumpleaños y parecía adorar. Tenía el cabello desordenado y aun sostenía un paño de cocina en su mano.

—¿Que sucede, cariño?

Intentando evitar un puchero, mordisqueó su labio un momento antes de susurrar—. No puedo levantarme.

La preocupación desapareció, pero Minho estaba bastante seguro de que Christopher  no estaba suprimiendo la risa, porque si el imbecil se atrevía a reirse de su situación, le iba arrancar la cabeza mientras dormía.

Acercandose a la cama, Christopher  elevó una ceja en su dirección—. ¿Y que esperas que haga?

—¡Que me ayudes!

—Teniendo en cuenta que me arrojaste con un zapato por la cabeza y me gritaste que me perdiera, hace menos de media hora, realmente no esperaba escucharte pedirme algo así en lo que resta de tu vida —cruzó los brazos sobre su pecho—. Bueno, fue exactamente eso lo que me gritaste mientras me iba, que no necesitabas mi ayuda para absolutamente nada y que nunca la pedirías nuevamente sin importar las circunstancias.

Los orbes ámbar se estrecharon en su dirección—. ¡Deja de arrojar mis propias palabras contra mi!

—No estoy arrojando nada, solo te recuerdo lo que dijiste.

—No me importa lo que dije —le frunció el ceño—. Me importa lo que digo ahora, ¡ayudame!

—¿Estas seguro?

—¡Que te joda un elefante, Bang ! —gruñó. Sintió sus ojos arder con lágrimas cuando se movió hacia un lado, intentando salir de la cama por sus propios medios.

—Espera, espera, espera, no te enojes conmigo, amor —Christopher  le detuvo, cargandolo en sus brazos—. Solo estaba bromeando contigo.

—No me gustan tus bromas, no eres gracioso.

—Bueno, gracias.

—Estas siendo sarcastico —acusó, lágrimas bajando por sus mejillas—. Eres malo conmigo, ¿por qué tienes que ser tan grosero?

Christopher  cerró los ojos un momento, soltando un suspiro—. Jesús, amor, tus cambios de humor me marean.

—¿Me estás culpando de ello?

—No, yo...

—¡Yo no tengo la culpa de ser un desastre emocional! —lloró—. Estoy gordo, mis pies estan hinchados, me duele la espalda y tengo que correr al baño cada cinco minutos porque los bebes parecen haberse turnado para apretar mi vejiga.

Tu Mirada en Mi - Minchan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora