Capítulo Cuarenta Y tres.

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Los dedos de Minho se enredaron en el suave cabello castaño, rizandolo en su indice antes de liberarlo. Sungie había dormido más de lo que había esperado, el médico le había asegurado que era totalmente normal y que seguramente despertaría pronto, eso no quería decir que no estuviese actuando todo mamá gallina en su máxima potencia a su alrededor.

La piel del pequeño había vuelto a su tono bronceado, la pálidez grisacea que había asustado a Minho había ido desapareciendo lentamente hasta que ya no era notable. Minho había estado pegado a la camilla desde que les habían permitido verlo, rehusandose a alejarse de su bebé por más de unos breves minutos. Estaba siendo sobre protector, ¿pero alguien podía culparlo por ello luego de lo que habían pasado?

No lo creía.

—Si sigues rizando su cabello de esa forma, para cuando despierte, parecerá un poodle.

 

Parpadeando lejos del rostro dormido de Sungie, Minho observó sobre su hombro a donde Christopher  se encontraba, recostado en un sofá cercano con Felix dormido casi sobre su pecho—. Me tranquiliza hacerlo.

—Lo sé —le sonrió—. Pero estoy seguro de que Sungie no va a estar contento si lo dejas luciendo como una pequeña ovejita.

Rodando los ojos, apartó su mano del cabello del menor y en vez de eso, tomó su mano entre las suyas. Dejando un pequeño beso en el dorso de la misma, arrojó una mirada a la ventana cercana, notando que la oscuridad de la noche estaba comenzando a desaparecer. Y Sungie aun seguía inconsciente.

—Felix necesita desayunar. —recordó, mirando a su otro dormido hijo.

Christopher  asintió—. Tu también lo necesitas —sacó su telefono de su bolsillo y comenzó mover sus dedos por la pantalla con rápidez.

—¿Que haces?

—Levi me envió un mensaje hace unos minutos, diciendome que venía hacia aquí —comentó—. Le pediré que traiga algo para desayunar.

Minho frunció el ceño, abriendo la boca para recordarle a Christopher  que su primo no era su empleado para hacer sus recados, cuando una voz ronca y adormilada lo interrumpió—. Dejen de hacer tanto ruido.

Poniendose de pie al instante, se inclinó sobre el rostro de Sungie—. ¿Jisung, cariño, estás despierto?

Sintió a Christopher  acercarse a él mientras esas espesas pestañas se movían suavemente, dejando a la vista los brillantes y cansados ojos azules —. ¿Alguien recuerda quién me golpeo?

—Oh, mi niño —besó cada parte del rostro del pequeño que pudo alcanzar, ignorando las quejas de este.

—Papi, dejame ya, eso no es bonito.

—Honnie  —Christopher  lo detuvo escuchandose divertido. Cuando se apartó, el castaño acarició la mejilla de su hijo con el dorso de sus dedos—. Hey, fierecilla, me alegra que estes de nuevo con nosotros.

—Mm —sonrió a medias antes de mirar alrededor—. Agua, quiero agua.

Recuperando la jarra y el vaso que una enfemera que había dejado allí por la noche, sirvió un poco y ayudó a su hijo a beber con un sorbito. Cuando el menor pareció satisfecho, lo apartó y dejó sobre la superficie nuevamente.

—¿Cómo te sientes?

—Como si un elefante me hubiese pasado por encima. ¿Que fue lo que sucedió? —intentó sentarse, soltando un chillido y volviendo a recostarse, su mano sana dirigiendose al lado de su cuerpo vendado.

Tu Mirada en Mi - Minchan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora