VI

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Roier se despertó sudando, como si el peso del mundo colapsara en sus hombros, sentía su corazón apunto de estallar y sus manos no dejaban de temblar.

A tientas buscaba en su pecho de manera frenética una herida de espada.

Una herida que por más que tocaba, no existía.

— ...

Cuando sus temblores mermaron, miró a su alrededor.

Una casa sin terminar, las cigarras susurrando la canción del viento matutino y el amanecer apenas posándose sobre las colinas.

Además, estaba en una bolsa de dormir y no en su cama propia, tampoco estaban sus cofres ni sus cosas...

Ni siquiera tenía un techo sobre su cabeza, estaba en una carpa.

— ...Ya ves Pol, Mariana me dijo que por aquí tenía lana para las camas, deja te busco un poco.

Escuchó a Aldo a la lejanía, sus pasos acercándose hasta entrar sin hacer ruido, Roier miró a Aldo fijamente, como si quisiera confirmar que Marki no lo había matado.

Naturalmente, Aldo interpretó esto de otra forma.

— Pol me pidió lana para hacer sacos de dormir. ¿Pasa algo?

Roier se levantó del suelo y se acercó a su amigo, hermano del alma, y le abrazó con fuerza como si fuese a morir mañana.

Al principio Aldo se quedó estático, procesando el comportamiento inesperado del contrario, aunque igual le correspondió el abrazo matutino.

— Aldo, eres un pendejo. Pero eres mi mejor pendejo, ¿lo sabes, cierto?

— Ah...¿Gracias? Yo también te quiero carnal.

Luego de unos instantes abrazados, se separaron, Roier aún se veía un poco aturdido, intentando desperezarse correctamente, Aldo le sacudió un poco el cabello.

— Mariana dijo que iría a pescar en un rato. Dijo que todo estaría bien si trabajábamos juntos.

— ¿Pescar? ¿Ya despertó?

— Sí, bueno...se fue a explorar la zona y luego regresó, sabes que debíamos reclamar terrenos luego de lo de ayer.

No supo si había dicho algo que no, ya que Roier parecía más despierto que nunca mientras le prestaba atención.

— ¿Lo de ayer?

— Ya sabes, cuando nos despertamos en medio de esta isla y tuvimos que ir a buscar refugio rápido por la lluvia ácida...

Eso no pasó ayer —escuchó que Roier murmuraba. Aldo quiso preguntar pero saltó con otra duda—; ¿Dónde está Spreen?

— ¿Quién?

No podía decirlo bien, pero su amigo parecía ansioso, ni siquiera podía excusarse de que había sido debido al cansancio.

— El oso, el de las orejas, gafas oscuras. Actitud extrañamente arrogante.

— ¡Ah! El del equipo de Quackity. ¿Para qué lo buscas?

Roier parecía aún más confundido que antes. En serio, ¿que diablos le ocurría? Ayer actuaba como siempre e incluso antes de dormir hicieron chistes rancios sobre mamás para dormir más a gusto.

A menos que uno de los chistes en verdad le hubiera ofendido pero ni eso acababa de tener sentido.

— Bro, ¿estás bien?

— Sí, perdón. Solo...tuve un sueño extraño.

Möbius [Sproier]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora