XIV

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Estaba corriendo.

No supo en qué momento sus pies terminaron despegándose casi por completo del suelo, Roier en esos momentos sintió que volaba.

Corría, saltaba y caía.

Sin mirar atrás ni prestar atención a los gruñidos de criaturas desconocidas clamando por su muerte, nada de eso le importaba.

Las noches eran por mucho, el enemigo más aterrador del cual todos los que estaban aquí estaban conscientes de que podían morir a manos de ella.

Mientras corría, las distintas alarmas avisando las muertes de otras personas sonaron en sus oídos, resonaron en su cabeza.

Los pocos nombres que pudo identificar fueron los de Carola, Karchez, Axozer y Pol. Los demás hacían un ruido blanco del cual solo él quería callar.

Sentía el cuerpo como una estufa, apunto de estallar, los raspones en su armadura y en su rostro hacían ver a Roier cómo un verdadero mercenario.

Para cuando observó las antorchas de la casa a lo lejos, no tardó en acelerar y comenzar a aporrear la puerta como alma que lleva el diablo.

— ¡Soy yo! ¡Abran!

Siguió tocando y tocando.

Rubius lo empujó prácticamente hacia dentro cuando le abrió, tenía una expresión complicada, visiblemente irritada pero como si quiera aguantar la parte desgarradora de la noticia que habían recibido.

Bueno, era comprensible.

Lo que también lo era, era escuchar a Missa llorar desconsoladamente desde el piso de arriba, el dolor provocando un eco tan profundo y colando en las paredes de la casa.

No encontró a Shadoune con la mirada, no fue difícil pensar que podría estar aquí, ya que otra cosa que había sido diferente es que Quackity había perdido una vida, pero él no acompañaba a Spreen en la ruta original...

Dios, le dolía la cabeza.

— ¿Qué haces aquí, Roier?

Rubius no intentó ser suave, estaban carreando la pérdida de un compañero en este momento y el posible efecto colateral que esto podría traer ya que solo era el cuarto día.

— Spreen no puede estar muerto. ¿Van a ir a buscarlo, cierto? Iré con ustedes.

El oso grizzly lo miró ladeando la cabeza, intentando sopesar la situación.

— ¿Nos vas a ayudar, dices? ¿Si sabes que es un nido del tamaño de un estadio, cierto?

Este tipo...

— Lo sé, igual correré el riesgo.

A diferencia de los demás, él solo tenía una oportunidad. Y aún así quería arriesgarla, necesitaba ver lo que había pasado.

Rubius aún no se veía muy convencido, pero no es como si necesitara su aprobación de todas formas. Ese sentido de urgencia en su interior que lo movía lo quemaba por dentro.

— Si quieren morir yendo a por el Drop adelante, Spreen me ayudó antes y quiero sacarlo de ahí.

No sabía el motivo, más allá de simple camaradería o el que Roier se sintiera en deuda, la sensación de rabia que hervía dentro de él le incitaba a moverse, a actuar.

No podía simplemente quedarse de brazos cruzados. No bajó la mirada frente al contrario, iría sí o sí a buscar a Spreen.

Por un segundo creyó haber visto duda en los ojos de Rubius antes de que desapareciera tan rápido como vino.

Möbius [Sproier]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora